10 de septiembre de 2012

ZAPATILLAS DE COLORES


Había pateado cada rincón de la plaza con sus zapatillas de colores aquel verano que comenzaba a extinguirse.
 Eran un regalo que le había hecho alguien que la quería bien. Su alegría de adolescente se reflejaba en su preciosa carita. Ojos grandes y expresivos con ganas de comerse el universo, pelo suavemente ondulado, sonrisa picarona y ademanes de niña traviesa. Se acurrucaba en el hombro de su madre cuando le insistía en regresar a casa pronto pues tenia que madrugar al día siguiente porque empezaban las clases de nuevo.

A lo largo de aquel caluroso verano, ella y sus zapatillas, habían saboreado la libertad y su mundo se había llenado de la magia de los colores de la vida.
Se la podía ver por los lugares más variopintos tontear con los chavales de su clase. Ella y sus amigas ejercían sin reparos el arte de cautivar al género masculino poniendo en juego sus artes de niñas- mujeres.

Es verdad que al observarlas uno no podía por menos de sonreír. Hacia tan poco tiempo que jugaban con su muñecas, que su inocente niñez aún se vislumbraba en sus cuerpecillos con incipientes formas apenas recién estrenadas...
Se podían escuchar sus risas cantarinas al pasar, que invitaban a contagiarse de su alegría. Para ellas las preocupaciones no existían. Su única razón importante era saborear instantes de luz, una luz resplandeciente que les llevaría poco a poco a explorar el mundo de los adultos.

A lo largo de los meses estivales habían descubierto el mundo de los sentimientos con toda su fogosidad y les parecía una aventura capaz de ilusionar a cualquiera.
¿ Como pensar en aquel entorno que la vida no era bellísima?
Ya les puedes poner en la cruda realidad una y mil veces, ellas solo verán los colores de sus preciosas zapatillas.
 Se dormirán lentamente mirándolas una vez más, esperando con impaciencia su primer día de clase y soñando con un nuevo verano de zapatillas de colores.