Te marchaste un día porque te ahogaba el horizonte sin futuro. Tus sueños hacía tiempo que se habían marchitado. Ya nada te ataba a la tierra y emprendiste un secreto viaje al paraíso de las oportunidades.
Se acercó lentamente apoyando su cabeza en mi hombro, y al sentir el roce de su aliento en mi piel marchita, pude renacer de nuevo.
Cruce la puerta de tu vida para adentrarme en tu mundo. Me atreví a seguir tus pasos a hurtadillas, para que al sorprenderme fueras capaz de amarme por mi mismo, no por lo que otros te pudieran contar de mi.