Todavía conserva entre sus dedos la niñez perdida, y se aferra a ella con todas las fuerzas de su alma herida. Intenta desesperadamente retroceder en el tiempo y recuperar los momentos en los que no había lugar para la duda, y se asoma al balcón de sus días donde las nubes se le antojan sueños por realizar.
Con el brazo desgajado de su cuerpo yace inerte en el suelo sin poder expresar su dolor, un dolor que le asfixia por instantes.
¿Podrá vivir sin cabeza? ¿ Podrá alguien recomponer su corazón roto?
Mientras tanto el tiempo huye con la caída de la tarde, y amanece con sigilo misterioso intentando subyugar a los seres humanos que navegan a la deriva.