En la madrugada, cuando me acosa el insomnio, se despiertan las letras y con ellas mi pasión por la escritura y las más bellas pasiones que aletean en mi alma inquieta.
Van pasando por mi mente las cosas que hace tiempo me ocurrieron y las que próximamente estoy deseando realizar.
En una lucha feroz por robarle tiempo al tiempo, como dice una canción de mis paisanos del grupo Café Quijano.
Ese tiempo que se escurre entre los dedos de mis manos.
Y consigo ganar alguna pequeña batalla, aunque pueda parecer pueril mi actitud, pues el tiempo no se detiene, sigue su marcha.
Todo, menos dejarme morir por dentro.
Empeño y pasión, no me faltan.
He aprendido con el paso de los días, que las cosas importantes son las más simples.
Y procuro ir a la raíz de las relaciones humanas para intentar salvar algún pequeño resquicio de bondad que cada ser conserva dentro. Buscar un punto de unión donde encontrarnos y entendernos.
Parecemos tan variados, tan distintos, con diferencias insalvables, imposible de reconciliarnos entre nosotros, pero en el fondo, somos todos muy parecidos. Hasta los que se creen mejores que el resto.
Pobre parias, en un mundo lleno de conflictos a todos los niveles.
Manipulables, una vez amparados en la masa del grupo, proclives a ser imbuidos en las ideologías más variopintas, fanatizados por unas u otras ideas que se nos antojan son la panacea para nuestra felicidad.
Luchamos, o eso nos parece, por cambiar el mundo, la sociedad, el ambiente y, hasta pretendemos cambiar al otro; al familiar, al amigo, al vecino...
Misión más que imposible, pues cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas.
Necesitamos sentirnos aceptados, y por ello, procuramos no salirnos del guion establecido. Manda la opinión de lo que se considera políticamente correcto, lo que nos imponen, lo que hace de nosotros mansos corderos de un rebaño que campa a su antojo en la sociedad.
¡Y pobre de aquel, que se atreva a levantar la voz!.
Caerán sobre él como hienas hambrientas de sangre, aquellos que dicen poseer a verdad.
¡La verdad!
¡Tengo la verdad!
¡Soy dueño de la verdad!
Gritamos contra la injusticia, pero agarramos con fuerza las pobres monedas de nuestros bolsillos mugrientos de podredumbre, no vaya a ser que tengamos que repartir nuestras ganancias.
Luchas fraticidas nos separan y nos enfrentan.
La cobardía anida en los corazones y campa a sus anchas por calles y plazas, por pueblos y ciudades.
Los héroes han pasado de moda. Se han quedado obsoletos.
Cada cual se refugia en una vana palabrería que no conduce a nada.
Y sonreímos satisfechos.
¡Mientras no me toquen lo mío...!
Lo mío, lo tuyo, lo de todos...
Fanatizados, hemos olvidado la esencia de la vida.
La noche me atrapa en sus redes cuando me sorprende el insomnio.
Es como si me acechara su negrura y que tan solo unas luces lejanas mantienen mi alma con un poquito de luz.
Y es que, a veces, las tinieblas nos embargan de manera particular, por acontecimientos inesperados, malos entendidos, , circunstancias adversas y mil cosas más que nos acechan.
Y uno, da vueltas y vueltas en la cama con aquel pensamiento negativo que nos impide dormir en paz.
Me gusta pensar, que vivimos rodeados de familiares, amigos, vecinos, conocidos...pero que la realidad es que estamos solos con nosotros mismos.
Llevo como bagaje la experiencia de mis setenta y cinco años, con todas sus vivencias, buenas y malas.
Sé de qué hablo.
Solo nosotros podemos tomar el timón de nuestra vida para llegar a buen puerto. Solo nosotros, personalmente, con nuestra fuerza interior seremos capaces de de dirigir nuestros pasos a la meta deseada.
Los demás, pueden ayudarnos o entorpecernos.
Pero la fuerza solo la tenemos cada uno.
Es primordial la madurez que da el paso de los años, para poder reconocerse con lo bueno y malo, y aceptarse y vivir en paz.
La vida puede ser muy complicada a veces, pero ante la realidad, uno tiene que tener la capacidad de darle la vuelta.
¡Bailar a la vida!
Yo lo hago con frecuencia.
Comienzo poniendo una bella melodía y voy deslizando mis pies al compás.
Así, sin más...
Algo tan simple, tan lleno de poesía, es capaz de calmar mi alma.
Y también la voy bailando de otra manera, sin mover los pies y sin melodía. Intentando engañarla, llevándola a mi terreno, como se dice vulgarmente.
Tratando de seducirla, para que sus golpes no sean demasiado fuertes.
Unas veces lo consigo, y otras no.
Y el golpe es certero, (como el que me pegué el otro día en la cara) doloroso, incluso se pueden saltar las lágrimas a chorro.
Ah, pero tengo mi fuerza interior. Soy dueña y señora de ella.
Con ella, a buen recaudo, voy bandeando el temporal de la vida.
Llámalo, temporal, tormenta, dana, huracán, fuego, inundación...
Como cualquier elemento natural que nos sorprende y que con su presencia sentimos nuestra propia vulnerabilidad.
No hay que olvidar, que estamos solos con nosotros mismos.
Las letras han acudido tarde a mi encuentro.
En la madrugada se dejan ver las muy tunantas...
Pero no puedo dejarlas de lado. Se acurrucan junto a mi, deseosas de tomar vida.
Y aunque mis ojos sienten la tentación de cerrarse y desear buenas noches a la vida, hago esfuerzos por abrirlos a la idea de componer algo bello.
¡Ah, las letras y yo...!
Viejas amigas, cómplices de mil aventuras e historias que mi imaginación calenturienta se atreve a inventar.
La vida misma que aletea en una mirada, en la sensación de un roce al pasar, en esos pasos que se cruzan con los míos y me recuerdan mi propia fragilidad y también mi grandeza.
En el otro, me encuentro, en sus afanes, me identifico.
Porque al final, no somos más que pobres seres necesitados, paupérrimos, vulnerables, que caminamos al unísono.
Hay un punto, en el que, queramos o no, todos nos encontraremos.
Y ahí, poco importan las ideas de cada cual, el linaje, las riquezas o pobreza de cada uno.
Creo imagináis por donde van los tiros...
Entonces, ¿A que vienen esos aires de grandeza, esa mirada por encima el hombro, esa ridícula sonrisa bobalicona de diosecillo del universo?
¡Pero, caramba!
A estas horas que la lluvia golpea insolente mi ventana, vengo yo con estos pensamientos tan subidos de tono.
Moralinas de vieja, podéis pensar.
O alucinaciones nocturnas.
Todo, porque las revoltosas letras han despertado de su letargo.
¡Ya lo podían haber hecho antes!
Mira que han tenido tiempo a lo largo del día, Pero son así: caprichosas, melosas, mimosas, cautivadoras...y no puedo resistirme a sus encantos.
Os confieso un secreto. No tengo otro afán de mayor responsabilidad que el de atenderlas sea a la hora que sea.
Hace tiempo que las elegí como compañeras de vida, ye en cuestión de elección, cada cual es muy libre.
Las necesito como algo importante en mis rutinas diarias, como se necesita al amigo, al hermano, al amor.
Mañana quizá vuelvan a esconderse y tendré que buscarlas de nuevo por los armarios y rincones de mi casa.
Al final. no sé si he compuesto algo bello, o simplemente he jugado a juntarlas cuando por fin han aparecido.
A las buenas noches, queridos amigos.
P.D. En las noches de insomnio, suelo escribir lo que se me ocurre a altas horas de la madrugada con la complicidad de las musas hasta que me vence el cansancio.
Suelo publicarlo en Instagram y Facebook.
Como las musas últimamente, no andan muy sueltas, he copiado estos tres textos que escribí en mis noches de insomnio.
Ahí os les dejo.