25 de octubre de 2022

LA HUIDA


 Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve...

Anochece pronto.

Puedo ver, a través de mi ventana, las ventanas de los vecinos con la luz encendida. Incluso, si fijo la mirada, sentados en el salón.

Menos mal que llueve y hace una tarde desapacible y no me apetece salir.

Desde ayer, no he puesto un pie en la calle.

Me gustan estas tardes de Otoño al calor del hogar, donde leo, escribo, veo cine...

Pero cada día extraño más a mi gata Leticia por los rincones de la casa o encima de mi regazo.

También me gusta dar grandes paseos y saborear la vida. La mayoría de las veces acompañada de mi cámara fotográfica.

Las gotas de agua golpean con insistencia en los cristales. Traen el eco de lugares lejanos. A veces puedo escuchar sus gemidos. 

Es como el dolor del universo que me llama.

¿Qué puedo hacer yo?

¡Soy tan pobre...!

¡Tan limitada!

Por eso me cobijo en las pequeñas rutinas y amistades, y ayudar si puedo ayudar, o acompañar, aliviar...

Una tarde, mi vecina me invitó a tomar chorizo, no sin antes decirme que ella no podía abusar de tan excelente manjar, pero había decidido echar una cana al aire haciéndome cómplice de tamaña maldad.

Comimos chorizo con pan recién hecho y una copa de vino, mientras la perrita Nora quería participar también del festín.

Entre charla y risas, mi vecina me contó alguna anécdota de su vida.

Cuando tenía ocho años, un día, cansada de su monótona vida se fue en busca de aventuras. 

Si decir nada a nadie, se largó campo a través hasta llegar a la carretera.

Caminó por espacio de dos horas, hasta que vencida por el cansancio decidió regresar a casa.

En su imaginación, pensaba lo preocupados que estarían sus padres por su ausencia, después de vivir una aventura así, considerándose una heroína rebelde de la vida.

Cuando apareció, estaban todos sentados a la mesa comiendo, y ni siquiera habían tenido tiempo de echarla en falta.

Era una familia de seis hermanos y no había mucho tiempo para contemplaciones. 

Pensaban simplemente se había retrasado un poco, pues desconocían su huida.

Ella, muy decepcionada no dijo ni pio.

Pero aquella mala experiencia de su primera rebeldía, no le desanimó. 

A lo largo de su vida ha sido una rebelde sin causa, o con ella. 

Mujer, adelantada a su tiempo, libre, culta, divertida, trasgresora.

Enfermera de profesión, en una ocasión se presentó al almirante que mandaba en la flota marítima porque quería embarcarse para ejercer su profesión en los barcos de la marina.

Era muy joven por entonces, pero no se dejó amilanar por aquel hombre que la miraba y escuchaba absorto.

Eso si, en aquella época esos puestos estaban destinados a los hombres y con enchufes varios.

En una sociedad patriarcal donde el hermano mayor era el heredero de las tierras y demás enseres, ella supo enseguida volar libre, independiente.

El amor la salió al encuentro y la colmó de felicidad.

Es esposa, madre, abuela, amiga.

Aún hoy, a sus 78 años conserva ese maravilloso inconformismo que la hace adorable.




10 de octubre de 2022

LA NOCHE.

 


La noche es mi aliada. Soy noctámbula por naturaleza.

Cuando el día termina, y el sol se va ocultando en el horizonte, es el preludio de lo que está por llegar.

La noche y sus encantos me atrapa y no puedo resistirme a ellos.


En la madrugada, revolotean las letras a mi alrededor pidiéndome a gritos que les de vida.

Me suele ocurrir, después de una tarde de cine o lectura, me voy llenando de nuevas ideas que intentan hacerse hueco en mi imaginación.

Entonces, comienzo a dar vueltas y vueltas en la cama sin lograr conciliar el sueño.

No me queda más remedio que levantarme y coger papel y boli y escribir.

La magia del silencio lo impregna todo.

Las letras y yo, cara a cara, en un lance atrevido de entendimiento.

Me refugio en la noche y las letras como necesidad imperiosa de sentirme viva.

Al acecho está, el paso del tiempo y la muerte misma.

Con las letras, me siento menos vulnerable, tratando de robar un trozo de eternidad que quedará impreso en el alma del que me haya leído y lo haya hecho suyo, cuando me vaya.

¡Pobre ilusa! 

Quizá mis cuadernos, donde escribo mis relatos para que no se me pierdan por internet, vayan a parar a la basura.

Pero aún así, amo las letras y ese instante en el que me siento todopoderosa dándoles vida a pesar de mi pobreza personal.

Las letras, viejas amigas, con las que tengo una enorme complicidad, son caprichosas y atrevidas hasta el extremo de no dejarme conciliar el sueño.

La noche y las letras, me atrapan en su telaraña, de donde me es imposible escapar.

Eso si, con la venia de mi propio deseo y el placer de hacer aquello que me gusta.

No me gusta dormir.

Siempre pienso que ya tendré tiempo de hacerlo a la hora del sueño eterno.

Suelo dormir lo justo y necesario.

Necesito todas las horas del día para vivirlas despierta.

La vida es fugaz. 

Un soplo, dicen algunos.

Es como el agua que se escapa entre los dedos.

Un suspiro.

Es corta.

Pero también es hermosa.

A las buenas noches, queridos amigos lectores.