4 de marzo de 2010

NUBARRONES

Aquella tarde negros nubarrones se cernían sobre su alma. Miró al cielo y apenas una tenue luz se divisaba en el horizonte. Pero la luz estaba allí y aunque poco, aún alumbraba.

Había recibido una noticia que cambiaría en un instante su cómoda y relajada vida. En su ir y venir apenas divisaba a los demás transeúntes que con paso ligero ansiaban llegar a su casa después de un estresante día de trabajo.

Le pareció adivinar a lo lejos un rostro conocido y apresuró el paso para llegar cuanto antes a su encuentro. Cuando estaba a su altura, se dio cuenta de que no era la persona que pensaba y el desencanto le llevó a hacer una triste mueca, que no pasó inadvertida para la persona que ella había confundido.

Vagando entre miles de rostros desconocidos, se vio envuelta en una maraña de sensaciones y miedos y de nuevo alzó su vista al cielo para tratar de encontrar en el infinito un poco de calor humano.

Se desabrochó el abrigo con ligereza. Sentía un nudo en la garganta que le oprimía el pecho. Aspiró con fuerza el viento que acariciaba su pelo y sintió alívio cuando le besó la cara

Poco a poco, se fue serenando. Caía la tarde y la noche empezaba a hacer su aparición. En el cielo, los nubarrones, habían desaparecido.

Otra vez, los nubarrones, pensó, cuando aprenderé...y se perdió por una calleja, cercana a su casa.
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