30 de enero de 2020

LA LLUVIA


Salí a pasear después de comer. Caían una finas gotas de lluvia y el viento huracanado luchaba por arrebatarme mi paraguas de colores.
Con enorme pericia para sostenerme en pie, me azotaba la cara sin piedad alguna.
Era frío, muy frío...
Parecía que estaba en el polo norte.

De repente, apareció el sol en el horizonte poniendo una nota de luz a la tarde.
Fue algo fugaz y muy bello.
Después, comenzó a llover torrencialmente. 
Me costaba enormemente sostenerme en pie y avanzar de nuevo.
Por un instante, pensé que mi paraguas saldría volando por los aires en busca de aventuras, e intenté sujetarlo con fuerza.
Viendo que mis esfuerzos eran inútiles, opté por cerrarlo y dejarme llevar.

El agua caía sobre mi y calaba mis huesos.
Comencé un baile por aquel camino saboreando la vida.

Alguien descorrió los visillos de una ventana y observó con asombro mi danza.
Luego, esbozó una sonrisa cómplice.

Apenas podía ver, pues el agua besaba mis ojos con frenesí y resbalaba por mi cara.
Un rebelde mechón de cabello se posó en mi frente.
Mis botas iban marcando el ritmo uniéndose a la fiesta.

Entre el agua y yo, se había establecido una conexión mágica de la que tan solo yo era testigo.
La calle desierta a ambos lados, me hacía pensar que la gente a esas horas dormitaba en el sofá al igual que mi gata Leticia.

Llegué a casa empapada de vida.
Un poquito de locura ayuda a la monotonía.

23 de enero de 2020

CUMPLEAÑOS FELIZ



Estoy en vísperas de mi cumpleaños.
Apurando estas últimas horas de mis 71 años.
Cuando se tiene mi edad, el tiempo no corre, vuela...
Os dejo este vídeo con retazos de mi vida 
Como dice Serrat: 



Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia



 pero su tren vendió boleto de ida y vuelta.



Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un rincón, en un papel, o en un cajón."



Como un ladrón,  te acechan detrás de la puerta.



Te tienen tan a su merced como hojas muertas.




Que el viento arrastra allá o aquí.



Que te sonríen tristes, y nos hacen



que lloremos cuando nadie nos ve.




Pero eso si, sonriendo siempre a la vida.



Porque la vida, son momentos...












15 de enero de 2020

EL AVIÓN TRAVIESO


Era una mañana de Domingo soleada. 
Desde mi ventana pude observar a unos vecinos, una familia joven con dos críos. Niño y niña.

Acostumbrada a vivir en un piso bajo, vivir en un tercero me parece estar cerca de las nubes. 

Desde mi atalaya me siento poderosa mientras observo a la gente desde arriba.

Y no es que esté todo el día curioseando a través de los cristales. Simplemente lo más divertido o curioso que me ha ocurrido, ha sido mirando por casualidad.



El Otoño ha desnudado de hojas los árboles cercanos, pero aún así se veían bellos. 
La inmensidad del cielo azul ponía la nota de color al precioso día.
Los niños vestidos de Domingo salían ilusionados de casa con los juguetes que les acababan de dejar los Reyes Magos.

La nena llevaba un carrito con su muñeco bien arropado dentro. A pesar del sol, el frío de la mañana se hacía notar.
Pizpireta ella, cruzaba orgullosa estrenando maternidad.
Vestida con un abriguito color rojo y peinada con un par de coletas, sonreía a su bebé mientras le decía cosas bonitas, que yo no llegaba a escuchar, por la distancia que me separaba de ella.

El niño llevaba un avión en su mano que podía manejar a distancia a través de un mando. 
Le puso en su pequeña mano y apretó el mando.
El avión salió volando por encima de su cabeza a corta y baja distancia. 
Como un ser mágico daba volteretas de acá para allá, mientras yo le observaba ensimismada desde arriba.
Era un espectáculo encantador. 
El avión con su color amarillo y rojo parecía tener vida propia. 
El crío se sentía poderoso viendo como le obedecía.




Y como el poder suele empoderar- valga la redundancia-  a la persona que lo ejerce y hacerla temeraria, en un momento determinado apretó con enorme fuerza su dedo, y el avión salió volando lejos bordeando el árbol más cercano hasta posarse en su copa. 

La cara del niño mudó de color, o eso me pareció a mi. 
Su padre estaba abriendo la puerta del coche.
Su madre estaba metiendo en el capó el cochecito de la nena. 
Ninguno de los dos se dieron cuenta de la "tragedia"
Tan solo yo, que tenía todo el tiempo del mundo en la mañana, y que estaba disfrutando de la escena infantil. 

Cuando al escuchar el llanto del niño, sus padres acudieron a ver que le ocurría, se quedaron pasmados.
El padre levantó la mirada hacia el árbol tratando de ver donde había caído el juguete.
Imposible intentar rescatarle.
Se miró el reloj y le susurró algo a su pequeño mientras le animaba a subir al coche.
Pero el niño se negaba a dejar allí arriba su preciado tesoro.




Pasaron unos intensos minutos en los que la magia se había ido al traste.
El padre apretó la mano de su hijo con ternura y le susurró algo al oído que imaginé sería una promesa.

A duras penas logro hacerle subir al coche.

Pude ver su carita afligida mirar hacia arriba, mientras se perdían por la avenida cercana.

Más tarde salí a pasear. 
Con curiosidad, me acerqué al árbol para ver de cerca aquel travieso avión que había querido ser libre y hacerle unas fotos.
Allí estaba tan flamante y dicharachero. Incluso creí verle sonreír.

¿Había querido huir de las manos de su dueño? 

¿O simplemente había querido darle un susto?

Quizás quiso ser libre.

Han pasado los días y al asomarme de nuevo a la ventana, el avión ya no está en la copa del árbol.
Quiero creer que el papá del pequeño haciendo de héroe lo haya podido recuperar.
Pero eso daría para otra historia, y nos os puedo asegurar que haya sido así por no haberlo visto con mis propios ojos.


Pequeñas historias que observo y os cuento a través de mi atalaya.


9 de enero de 2020

REBAJAS


Acudí el otro día a las rebajas. No suelo ir el primer día, pero quería ver el ambiente personalmente y me decidí a ir.

El Corte Inglés estaba a rebosar.  Gente de todas las edades y condiciones subían y bajaban continuamente por las escaleras mecánicas.

Era un espectáculo curioso. 
Parecíamos hormigas atareadas en hurgar entre la ropa variopinta que se acumulaba en grandes montones desordenados, por más que las dependientas se afanaban en poner un poco de orden.

Cuando una multitud descontrolada se concentra en un lugar, es muy difícil que todo discurra con normalidad.
Todos en mayor o menor medida nos dejamos llevar amparados en el grupo y perdemos nuestra propia identidad.
El caos nos arrastra sin apenas percibirlo y nos hace perder la compostura y a veces hasta la dignidad.
Esto ocurre en las rebajas y en otras manifestaciones de nuestra convivencia como sociedad.

Largo rato estuve observando a la gente con mi mirada curiosa.
En su afán por coger primero la prenda que parecía estar más rebajada, los empujones de hacían notar.

Bien es verdad, que se ha rebajado ( valga la redundancia ) la tensión mucho, dado que ya el periodo de rebajas tiene otro competidor llegado de fuera. El Black Friday y que comienza un poco antes. 
Además están las compras online que es otra manera de comprar sin moverte de casa y que acapara muchos adeptos.

Yo prefiero acudir a las tiendas y probarme una y otra vez los modelos con el cansancio que ello comporta. Pero no lo puedo evitar. Soy capaz de pasarme la tarde o la mañana de acá para allá de tienda en tienda. 

Y no soy una compradora compulsiva. 

La mayoría de las veces vuelvo a casa sin haber comprado nada.

Sin embargo conozco personas que les horroriza mi postura y solo acuden a las tiendas cuando tienen verdadera necesidad de comprar algo urgente.

Yo lo veo como un placer.

Lo que si me divierte es ver a los maridos aburridos o cuidando de los peques.

Aunque no se puede generalizar. Hay hombres a los que les gusta las compras tanto o más que a las mujeres.



Observo esa lucha cuerpo a cuerpo por encontrar la prenda largo tiempo deseada, y no puedo por menos de sonreír.

Generalmente, los stand de las grandes marcas, poco asequibles para el ciudadano medio, suelen estar vacíos dados los precios desorbitados que llevan en la etiqueta.
Hablo de Carolina Herrera para arriba...
Suele haber una dependienta guapa, amable, educada, atenta, que nada más te ve acercarte, se brinda a ayudarte a buscar lo que deseas. 
Aunque la mayoría de las veces sea solo el deseo de deleitarse mirando esas obras de arte inasequibles para tu economía. 
Un vestido de 350 euros se llevaría la mitad de mi pensión.
Ocurre que tanta atención intimida, y optas por no pararte siquiera allí donde se encuentra el oscuro secreto de deseo de cualquier fémina que le guste vestir bien.

Pero todo cambia cuando llegan las rebajas precisamente por ese caos que se forma y donde uno se escabulle sin apenas hacerse notar.
Además, con las rebajas los precios son más asequibles y uno se puede permitir un capricho.

Estas últimas semanas se podía diferenciar la clase social a la que se pertenece con tan solo mirar a cada lado de los stand.
Pero llegada esta época, es muy divertido ver a la gente mezclada por las distintas plantas con la ilusión en la mirada tratando de hacer una buena compra por poco dinero.

Aún así, la mayoría de las veces tenemos más de lo que necesitamos. Vamos acumulando cosas materiales arrastrados por esta sociedad de consumo en la estamos inmersos.

Personalmente me gusta la ropa bonita, sea de marca o no. 
Me gustan las marcas porque me ofrecen calidad. 
 Prefiero invertir precisamente en calidad y precio.
No tengo muchos caprichos ni me los puedo permitir, pero no cabe duda de que los "trapos" son uno de ellos...

Contaros, que de momento no he encontrado nada que valga la pena. 
Me traje a casa un vestido rojo ( mi color fetiche ) y lo voy a devolver. 
Una manga tiene un pequeño defecto que le quita prestancia a la prenda. Y eso que es una marca famosa.

No cabe duda de que además de gustarme ir de tiendas, me apasiona observar a la gente y con mi fantasía poder construir un relato.

Espero os haya gustado este y os doy la bienvenida después de las vacaciones navideñas en las que he hecho un parón.

P.D. Las fotografías son cogidas de la red.