27 de octubre de 2019

MI AMIGO JUAN.


Se acaba de cumplir un año de la muerte de mi amigo, Juan Robles.
Recién llegada a Navarra me llegó la triste noticia, y en mi muro de Facebook hice un pequeño relato en su memoria.
En este primer aniversario le quiero traer a mi memoria de nuevo y a la vuestra.
Os cuento lo que escribí.
"Acabo de llegar a Navarra y hasta aquí ha llegado la mala noticia de la ausencia de un buen amigo. Artista, escritor, poeta de la vida y muy buena gente.
Conocí a Juan, por Facebook, porque un amigo compartió algo sobre él y acudí a su muro para saber quien era. Descubrí a un artista genial que me cautivó desde el primer instante.
Aunque no tenía fotografías donde le pudiera ver de frente, le pude reconocer de verle por las calles del pueblo y saber de que familia provenía. Resulta que era hermano de Rosa y Roberto. A ambos junto a su madre y su padre les conocía muy bien. Su madre, una maravillosa mujer, murió prematuramente dejando a su familia rota de dolor.


Un día, le encontré en la calle y fui a su encuentro con la intención de saludarle. Charlamos unos breves momentos y a través de su mirada pude ver su alma de artista.
Tímido y contenido, al lado de mi verborrea, conectamos de alguna manera aún siendo distintos.
Era de esa almas con un interior rico y excelente que no se manifiesta al exterior.
Precisamente eso fue lo que me gustó de él. Su humildad cercana y afectuosa que le hacía próximo y misterioso a la vez.
Me apetecía muchísimo indagar en su personalidad y saber más de él después de aquel encuentro fortuito, pero no tuve oportunidad.
Bien es verdad que le pude seguir en la red social y observar sus trabajos en su taller y sus magníficos escritos, que como alguien de sus seguidores dijo, darían para una columna de algún periódico de gran tirada dada su categoría intelectual y dar un poco de lustre a la prensa actual.


A veces dejaba traslucir sus sentimientos inquietos y rebeldes y ese halo de inconformismo que tienen los artistas a la hora de crear.
Me gustaba de manera muy particular uno de sus dibujos, donde se podía ver la cara de un niño llorando y gritando. Era para mi, como un autorretrato de su grito al mundo para hacerse ver y escuchar.
El artista es el eterno incomprendido. El que se sale de lo común, el loco, el diferente...
Cuando se van, dejan sus obras como legado y suelen triunfar después de su marcha.
En el verano le busqué para que me hiciera un retrato del nieto de mi hermana que me había encargado. Al no conseguir comunicarme con él, le pregunté a su hermana que me dijo se encontraba fuera de Guardo.
En mi último invierno en el pueblo, estaba yo en el parque haciendo fotografías de la blanca nieve, y de repente allí estaba él. Fue la última vez que nos vimos. Me acerqué a su lado y charlamos largo rato contemplando la belleza natural de la mañana.
Había algo mágico en aquel encuentro, que quizá sonaba a despedida sin saberlo ninguno de los dos.
Dice la canción: "Al final, las obras quedan, las gentes se van"
Sus obras, sus dibujos, sus cuadros, se han quedado huérfanos, como cada uno de los amigos que le amábamos.
Pero sus obras quizá no reconocidas por este mundo nuestro ingrato con los artistas, seguirán dando fe de su talento como legado precioso y único de su amor por el arte.
Amigo, Juan, siempre te voy a recordar y te envío miles de besos allá donde te encuentres.
In Memoriam


20 de octubre de 2019

LA NIÑA Y EL SOL.


Se desperezó el barrio lentamente al igual que los vecinos. Se fueron abriendo persianas y poco a poco se llenó de vida.
Un olor a café recién hecho salía por las ventanas cercanas, y hasta le llegaba cerca el humo del primer pitillo.
Un saludo de una vecina le hizo mirar hacía arriba hasta dar desde donde provenía.
-¡Buenos días!
- ¡Buenos días!
El sol a lo lejos amenazaba con salir a escena. En apenas unos minutos se coló por el balcón inundando con su luz la estancia.
Atrevido, curioso, vacilón y un puntito canalla, fue recorriendo una a una las habitaciones de la casa. Aún se podía ver la cama con las sábanas desparramadas de acá para allá. Eran blancas con tira bordada, una de tantas manías de la mujer que allí habitaba. Bueno, tampoco eran demasiadas las manías de la muchacha. Simplemente necesitaba el orden y la limpieza para vivir, pero sin exageraciones.
El audaz astro siempre aprovechaba a besarle la cara sin pedir permiso alguno a la tímida muchacha de ojos color almendra, cuando menos lo esperaba.
Eran besos robados aquellos. Inocentes y bellos.
Un cortejo que se alimentaba de aquellas citas que les brindaba la vida sin proponérselo. Las cosas del amor ocurren simplemente.
Unas notas musicales se escucharon de repente. Provenían de alguna casa cercana.
La muchacha comenzó a bailar descalza, mientras el sol la expiaba sonriente. Su espigado cuerpecillo se movía con enorme soltura llevando el compás de manera sublime. Su larga melena jugaba a taparle la cara y los ojos. Sus brazos, sus pies, sus caderas se contoneaban al unísono con verdadero frenesí.
Si alguien la hubiera observado desde fuera, la habrían tachado de loca sin dudarlo un instante.
Fuera, el sol brillaba con fuerza, y su calor le llegaba a sus huesos fortaleciéndolos.
Cerró los ojos dulcemente y se dejó acariciar una vez más, mientras comenzaba un nuevo día.
Las gentes iban y venían con sus afanes.
Es el idilio secreto que nadie sabe. Son los amores que se guardan al amparo de miradas curiosas, mientras la vida sigue.

PD.


La foto de la niña la he cogido de internet. He buscado entre las mías y no he encontrado ninguna del barrio. Pero os dejo esta maravillosa fotografía de Laika y Leticia juntas en el balcón donde me he inspirado para el relato.

4 de octubre de 2019

OTOÑO


Cada año por esta época, los chopos y los demás árboles de la orilla del río Carrión se llenan de colores.  El Otoño por esta zona suele ser cálidos y son muy apetecibles los paseos saboreando el sol de media tarde.



El sol se va filtrando por la ramas y las hojas amarillas y brillan como el oro. Desde siempre me han fascinado esos altivos y majestuosos chopos que forman parte del paisaje de mi infancia.


También aprovecho para hacer alguna ruta en la Montaña Palentina y disfrutar de un entorno sin igual rodeado de bellos paisajes.


Hace unos días estuve en la Senda de la Tejeda de Tosande, donde pude entrar en un bosque que se me antojaba encantado por la magia que me iba encontrando al adentrarme en él.


La Tejeda de Tosande, pertenece al Parque de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre.  Una ruta de enorme riqueza botánica. Durante el recorrido se pueden ver encinares, robledales, y hayedos, hasta llegar a una de las tejedas más importantes de la Península Ibérica. Existen cerca de 800 ejemplares , algunos milenarios, un árbol cada vez más escaso.




La belleza asoma a lo largo del camino de manera natural. Tan solo uno se tiene que dejar llevar...


Y con mi calenturienta imaginación, hasta me pareció ver en un recodo del camino a la serpiente tentadora de la madre, Eva...




Aunque hay que subir una zona escarpada antes de llegar a un mirador, desde donde se contempla el Pico las Cruces, Peña Celada y la Cumbre de Peña Redonda, el esfuerzo vale la pena.
Todos los datos los he recopilado de un blog que se titula: "Excursiones y Rutas por Castilla y León".


Al mismo tiempo que llegamos mi amigo y yo, un grupo venido desde Madrid disfrutaba al igual que nosotros del magnífico día. Y a lo largo del camino, nos fuimos encontrando con gentes muy variadas haciendo la ruta. Unos de edad madura, y gente joven con sus chiquillos a la espalda y los más mayores caminando. Y no una, sino varias familias. Cosa que me encantó, pues es muy socorrido llevar a los peques a un centro comercial a pasar las horas de asueto, algo que no les beneficia tanto como disfrutar de la naturaleza.




Eso si, a lo largo del trayecto no faltó el buen humor...




Las vacas pastaban en el prado, dueñas y señoras del lugar.


Pero con el Otoño llega también la hora de mi marcha.
Regreso a Navarra con un halo de nostalgia, pero feliz de haber podido disfrutar de un nuevo verano en Guardo y sus maravillosas gentes.
En mi recuerdos más entrañables, estarán estos días ya para siempre, junto con el deseo de volver cada año.