25 de marzo de 2012

Agujeros

Camina con "marcha" como dicen ellos- los jóvenes- pantalón un poco caido, camisa ajustada, una visera en la cabeza y gafas de sol. Sus orejas se distinguen de la demás orejas de los mortales por el cúmulo de pendientes que atesora con orgullo como si fueran trofeos de guerra. Quizá no haya sentido ni siquiera el pinchazo de la aguja en su deseo de singularizarse e ir a la última.
Cerca una anciana de mirada bondadosa le observa con curiosidad  esbozando una sonrisa. Un señor entrado en años hace un gesto malicioso al amigo que tiene al lado como criticando la ornamentación tan original del aquel chaval. Una mujer de mediana edad que podia ser la madre de la criatura, le mira con ternura y complicidad como dando a entender que el amor maternal está por encima de modas y prejuicios.
Una niña quinceañera suspira cuando se acerca a ella porque le encuentra irresistible con esos aros de oro puro, y le parece la oreja mas sexi del universo.
Él, no repara en casi nadie, en todo caso en la niña que le recibe con un beso en la mejilla. Simplemente vive la vida como quiere vivírla. Pero si casi la acaba de estrenar!!
Y es que normalmente los jóvenes no se paran a pensar. Llevados por su afán de vivír no se plantean disimulo alguno. Todavia la vida no les ha mostrado la nota burlesca donde todo es juzgado sin piedad. En su mundo de sueños no hay lugar para el desencanto, y cada amanecer se le muestra con toda la belleza por delante.
Después vendran los grandes pensadores del momento analizando a la sociedad actual,  imponiendo sus criterios y sus valiosos razonamientos fruto de su propia experiencia.
Pero el chaval de los agujeros en las orejas hará oido sordos a esa advertencias de "viejos" queriendo adquirir su bagaje propio aún a costa de  equivocarse mil veces.
Es un ciclo vital que se repite una y otra vez en cada generación. Lo que de verdad importa no son lo agujeros en las orejas llenas de pendientes, sino que no haya agujeros en su vida de adulto porque los hemos sabido tapar a tiempo.
Dicifil el arte de educar y formar, pero apasionante como la vida misma.