10 de enero de 2023

HISTORIAS MÍNIMAS

 


El año pasado en Navidad estuve en Conil de la Frontera. Cádiz. 


De esos días conservo unas cuantas fotografías.

Fueron días maravillosos a orilla del mar.


Fotos para el recuerdo.


Instantáneas que conservo en mi memoria.

Pero este año las fiestas navideñas las he pasado en Zizur. 
He disfrutado mucho de la Cabalgata del Olentzero y los Reyes Magos, pues apenas he estado en estas fechas.
Una vez terminadas, comienza la vida normal.
Esta mañana, al volver la esquina, me salió al encuentro una abuela que cuidaba a sus dos nietos. 
El más pequeño iba en cochecito, el otro andando.
La abuela cantaba a San Fermín, mientras perseguía con el coche al chiquillo como si fuera un toro que trataba de embestirle.
Los dos críos chillaban divertidos bajo mi atenta mirada.
La escena me cautivó por su ternura.
En una calle cercana, hay un grupo de jubilados sentados en un banco.
Pasa un matrimonio y se queda hablando con ellos, pues se ve que se conocen.
Entre los jubilados, sobresale la voz de uno de ellos que ha trabajado en una cantera y se siente revivir cada vez que lo recuerda.
-Sacábamos mucha arena; arena fina, arena pasta...
No es la primera vez que le escucho al pasar, hablar de su antigua profesión.
Habla con tal pasión y a grandes voces, que no puedo por menos de poner atención.
El matrimonio hace ademán de marcharse.
-Me voy, se me pasa el asado (dice el marido)
-¡Uy, pues el asado pasado...!
Y se alejan, mientras los demás escuchan nuevas teorías sobre la arena.
Dos hombres entrados en años, rememoran sus quince años apoyados en la pared de la Casa de la Cultura.
-¡Ah, los quince años!
-¡Madre mía, que bonitos los quince años!
-¡Cuanta belleza!
- ¿Recuerdas a Beatriz?
-¿Y a María, Lidia, Marta...y tantas...?
Cerca de casa, observo a una pequeña niña que lleva una bicicleta infantil y su muñeca sentada en un sillín adaptado para ella.
Es morena, de ojos oscuros, manos regordetas y sonrisa cautivadora. Su pelo, cae en bucles por los hombros. 
Habla y habla sin parar.
Sus padres la siguen de cerca.
Al llegar a mi altura, la hago saber que me gusta su bebé, el que lleva en la bici.
Ella, se para muy sería y señala la tripa de su mamá.
-El bebé, está ahí.
-¡Ah, que ilusión!. 
-¡Hay otro bebé ahí escondido!
Sonríe la madre, el padre, y sonrío yo.
La mañana se ha llenado de la luz de la vida en ese instante.
Les felicito por ese regalo que esperan con enorme ilusión los tres.
Me ha conmovido la calidez del momento vivido.
Se alejan por una calle cercana, mientras la peque me dice adiós con su manita.
Ha compartido su secreto conmigo y ya me considera su amiga.
La magia puede aparecer en cualquier rincón. Tan solo hay que saber rescatarla.
Historias mínimas desde mi curiosa mirada.