Había subido al tren cabizbajo, triste, melancólico...
Como equipaje una maleta pequeña, y una bolsa color naranja, la única nota alegre que sobresalía de aquel silencioso personaje.
Sin saludar, se había sentado perezosamente, absorto en sus propios pensamientos. Se acurrucó dentro de si mismo, apretando su rostro con la mano, como intentando sostener la pena que le embargaba.
Con el traqueteo del tren, a los pocos minutos se quedó dormido en su misterioso mundo. Fuera, despuntaba un nuevo día, pero una densa niebla lo cubría todo. Como si la naturaleza se hubiera confabulado con su propio estado de ánimo.
Me acordé entonces de un viejo amigo, que un día, cuando después de toda una eternidad habiendo gastado sus mejores energías en la vida que el destino le había deparado, fue capaz de salir huyendo, porque aquel ambiente hacía tiempo que le asfixiaba.
También como aquel hombre, lleno de inseguridades, de miedos, metido en su caparazón donde cobijaba su desorientado corazón, había decidido emprender un viaje rumbo a lo desconocido.
A pesar de muchos días en los que la niebla ocultó el sol, en su huida llevaba nuevas esperanzas por conquistar, y es que nunca es tarde para empezar de nuevo.
Como equipaje una maleta pequeña, y una bolsa color naranja, la única nota alegre que sobresalía de aquel silencioso personaje.
Sin saludar, se había sentado perezosamente, absorto en sus propios pensamientos. Se acurrucó dentro de si mismo, apretando su rostro con la mano, como intentando sostener la pena que le embargaba.
Con el traqueteo del tren, a los pocos minutos se quedó dormido en su misterioso mundo. Fuera, despuntaba un nuevo día, pero una densa niebla lo cubría todo. Como si la naturaleza se hubiera confabulado con su propio estado de ánimo.
Me acordé entonces de un viejo amigo, que un día, cuando después de toda una eternidad habiendo gastado sus mejores energías en la vida que el destino le había deparado, fue capaz de salir huyendo, porque aquel ambiente hacía tiempo que le asfixiaba.
También como aquel hombre, lleno de inseguridades, de miedos, metido en su caparazón donde cobijaba su desorientado corazón, había decidido emprender un viaje rumbo a lo desconocido.
A pesar de muchos días en los que la niebla ocultó el sol, en su huida llevaba nuevas esperanzas por conquistar, y es que nunca es tarde para empezar de nuevo.