21 de agosto de 2012

PROCOPIO. ( Personaje del mes )


Siguiendo con la sección del "personaje del mes" os traigo hoy a mi amigo Procopio. Nacido en Guardo en el año 44. Hijo de Fidencio Marcilla natural de Bárcena de Campos- Palencia, y de Rufina Cubillo natural de Perezancas de Ojeda- Palencia.
Es el tercero de cuatro hermanos, todas chicas.  Se queda pronto huérfano de padre pero muy arropado por el cariño de su madre y hermanas.

Hizo sus estudios primarios en las Escuelas Nacionales, y con nueve años empezó a ejercer de monaguillo junto con su amigo Jesus Uriel. En la fotografia se le puede ver a la derecha.
Por entonces el párroco del pueblo era Don Lázaro Gordo, natural del pueblo de su madre, con el que tiene una enorme amistad y que le nombra sacristán. Entre las tareas del sacristán se encuentra la de cantar la misa de réquien en los entierros. Un dia a Don Lázaro, se le ocurre la genial idea de organizar un concurso de canto entre él y su amigo. El premio consistia en una preciosa bicicleta, juguete inalcanzable para la mayoria de los niños de aquella época.
Cuando me cuenta esta anécdota, pone cara de niño reviviendo aquellos instantes. El trato era, que quien mejor cantase ganaria el premio. Los chavales pusieron todo su empeño en la labor procurando cantar mejor que nunca. Era tal la concentración, me dice Procopio, que le parecia que se iba a levantar el difunto y aplaudirles entusiasmado.
Cuando hubo finalizado el funeral, Don Lázaro, les convoco para darles el resultado del concurso. Les cogió a cada uno de una mano y levantandolas al unísono dijo en alto el nombre del ganador. Mi corazón latia con fuerza, me cuenta Procopio. Su alegria fue inmensa al escuchar su nombre.
Con aquella bicicleta fué el niño más feliz del mundo.

Son muchos los recuerdos que conserva de Don Lázaro. Hasta memoriza unos versos que compusieron para él.

A Don Lázaro venimos
los acólitos de Guardo
para que el dia de Reyes
nos reparta el aguinaldo.

Siempre conservó una gran amistad a lo largo de su vida con el sacerdote.  En la fotografia se le puede ver con él, su madre y sus hermanas.

En esta fotografia se le puede ver de rodillas junto con mi hermano a la derecha sentado en el banco, y otro amigo ya fallecido.
Con doce años entra de aprendiz en el taller de carpinteria de Cándido Tejerina Reyero, un buen maestro que le supo enseñar su arte. Y es allí donde poco a poco va encauzando su vocación profesional. Es responsable, perfeccionista, tiene cualidades artísticas, y encuentra en el arte de trabajar la madera una manera de dar rienda suelta a su alma inquieta. Me dice, como en confidencia, que le hubiera gustado estudiar una carrera, pero no tenia medios.
Solian hacer puertas, ventanas, pequeños trabajos de carpinteria... Me cuenta que una vez se habia muerto alguien del pueblo y estaba terminando su jefe la caja para enterrarle, pero se tuvo que marchar por algun acontecimiento familiar dejando a medias el encargo. Ante la urgencia de terminarla, le dejo a él la tarea. Se puso manos a la obra haciendo su primer trabajo importante, Hasta se emociona al recordarlo.  Mientras la iba pintando, le ponia el crucifijo y demás, veia mas clara que nunca su vocación profesional al encontrarse con aquella madera que iba dando forma con sus manos. Eso si, no podia evitar estremecerse pensando donde iba a ir a para su trabajo.

Cae la tarde, y una brisa muy agradable recorre el rincón de la puerta de la calle donde estamos sentados mientras me cuenta su historia. Le invito a posar para mi en el taller de carpinteria donde realiza sus trabajos, antes de continuar con su relato.
A los 21 años se traslada a Bilbao buscando establecerse en busca de un futuro. Vive con su madre y sus hermanas. Encuentra trabajo en Entrecanales y Távora como ebanista en los Astilleros Españoles en acomodación de buques, se encarga del mobiliario de los camarotes. Allí se va reforzando más y más su pasión por el trabajo de carpinteria y llega a ser un profesional muy competente y querido.
Cuando llegamos a este punto, este hombre de mirada serena y profunda, baja su voz que se hace más cálida si cabe. Cuando tiene 26 años y toda una vida por delante, el destino le tiene reservado un terrible acontecimiento que cambiará su vida para siempre.
Un camión pegó un golpe a una máquina y la volcó pillandole a él y a otra persona que murió en el acto. Como consecuencia del accidente le tuvieron que cortar las dos piernas.
Son momentos muy duros, durísimos...la angustia se apodera de sus familiares temiendo que no pueda superar el trance.
Estuvo seis meses ingresado en los que se temió por su vida más de una vez. Sus ojos tienen un brillo especial cuando me cuenta emocionado estos retazos de su historia. Tiene una dignidad enorme, no tiene complejo de víctima, se podia decir que yo también siento una emoción especial y no se como aliviarle.

Pero Procopio, es fuerte, muy fuerte...
Regresa a Guardo una vez recuperado, y ayudado por dos prótesis para caminar, abre un taller de carpinteria y se refugia en su trabajo intentado olvidar todo el dolor pasado.
La gente le encarga trabajos que él va perfeccionando con ilusión.
Entre sus obras mas queridas por el pueblo se encuentra la urna de la Cofradia del Santo Sepulcro .



Procopio, es querido por todos, porque se hace querer, porque irradia un afán de superación enorme, porque ha sabido emprender a pesar de todo su vida sin amargura, porque sonríe de nuevo, porque es un ejemplo para cada uno de los que le conocemos.

También yo he querido hacerme una foto junto a él,  para agradecerle que  haya compartido su historia conmigo y con vosotros.

Como colofón, os dejo este video que hice de su barrio, de ese rincón donde él rodeado de las gentes que le quieren sigue ejerciendo su trabajo.