10 de febrero de 2023

ATARDECER DE LA VIDA.


 Allí estaban delante de mi en la pescadería. 

Ella, muy dulce, el pelo blanco, la sonrisa a flor de piel, elegante, distinguida...

Él, no se cansaba de mirarla, mientras le comentaba algo al oído.

Hubo un momento, en que ella, puso su mano en el hombro de él.

No me dio tiempo de captar la instantánea.

Amor puro al atardecer de la vida.

Ya en la caja, volvimos a coincidir. 

Delante de nosotros, un hombre, con cara de malas pulgas y mirada hosca,  instaba a la cajera le dijera cual era el importe de la cuenta. 

Al lado, una mujer, un poco despistada, también le preguntaba cuanto le había cobrado con recelo e insistencia.

En un momento, se habían juntado los dos y se habían hecho un lío con las compras.

Yo escuché a la cajera decirle al señor el importe de la compra, pero él estaba ensimismado en no quitar ojo a la señora  que le parecía le había invadido y no se enteró.

- ¿Dónde me has metido el queso?

-En la bolsa, señora, pues se lo iba a dejar aquí. 

-Ah, es que eres un poco lenta.

La cajera, con una sonrisa y enorme paciencia, procuraba controlar la situación.

Detrás de mi, estaba el matrimonio de la pescadería. 

Ella, pasó a mi lado rozándome. 

- Perdona.

- No se preocupe.

Y con una sonrisa encantadora y buenos modales pasó un andador por mi lado.

Él, no la quitaba ojo, por si necesitaba echarle una mano.

El señor con cara de malas pulgas y la señora despistada, se perdían por la plaza, mientras yo trataba de facilitar al matrimonio la aventura de meter en el carro las provisiones. 

Nos despedimos de manera afectuosa.