21 de marzo de 2022

HISTORÍAS MÍNIMAS. (Desde un banco del parque)

 


Después de una noche de lluvia hoy luce un sol primaveral.

Estuve haciendo la compra y me llevé el carro. Poco a poco lo fui llenando apenas sin darme cuenta.

En los medios nos atemorizan con la idea de que debido al parón de los camioneros por el aumento de precios de la gasolina, quizá vayamos a tener problemas de abastecimiento en los supermercados y vamos haciendo acopio de víveres por lo que pueda suceder.

Es algo que se cuela en nuestras mentes y lo hacemos inconscientemente.

Mientras selecciono los yogures que me quiero llevar escucho a tres mujeres charlar de sus cosas.

Hablan alto, enfadadas con el sistema de reparto a la hora de la separación de sus hijos varones.

-No hay derecho a la discriminación que sufre mi hijo. Comenta una de ellas con la tristeza en su rostro.

-No están en igualdad de condiciones. Dice otra con pena.

-Les dejan en la calle y sin dinero.

-Y sin opción de ver a sus hijos la mayoría de las veces.

-Pues los niños vienen felices a casa de los abuelos de la mano de su papá.

-Es una ley injusta.

Y así, sin darse tregua, gritan su pena unas a otras.

Han hecho de aquel rincón un improvisado santuario reivindicativo sin jueces ni público que las escuche.

Tan solo yo, que pasaba por allí.

A la salida del supermercado me encuentro con los padres de mis amigos gemelos.

Casi no les reconozco. Sobre todo a María José, la madre.

Nos vimos el otro día en el autobús con la mascarilla y me resulta difícil quedarme con su fisonomía.

Me gusta sentir muy cerca a las gentes de este lugar que ya es tan mío.

-¡Uff...que calor!

-Debe ser la "pitupausia".

Comenta un hombre en voz alta al pasar cerca, mientras me sonríe divertido.

Una pequeña niña salta a la comba.

-Mírame, mamá. 

-¿A qué lo hago bien?

Su madre se para y le dice que si.

Yo le aplaudo desde lejos.

Ella se da cuenta y sonríe orgullosa.

-Lo haces muy bien.

-¡Gracias!.

Su madre agradece mi admiración por su niña.

Las veo alejarse por el parque.

Un matrimonio joven cruza la plaza. 

Tienen tres niños muy pequeños.

Uno en un carrito, otra de la mano de su papá y la más mayorcita a su lado.

Han puesto una nota de futuro en la mañana.

El sol me besa la cara, mientras me como el currusco de la barra del pan.

Es como un ritual que conservo de la infancia.

Pasan cerca unas mujeres bulliciosas y divertidas que dejan un soplo de belleza femenina en sus gestos y sonrisas.

Las gentes disfrutan de una mañana de sábado en las terrazas cercanas. 

Mi pensamiento se va hacia los refugiados de Ucrania que huyen de la sinrazón de la guerra con unas gélidas temperaturas.

El horror, cerca, muy cerca...

P.D. Como las musas siguen de vacaciones, me limito a copiar pequeños relatos que suelo hacer en Instagram de cosas que escucho y observo en la calle.