14 de noviembre de 2022

EL RATONCITO

 


Caminaba yo rumbo al supermercado, cuando de repente un pequeño ratón cruzaba por el parque cercano.

Iba muy rápido. Se le veía muy joven, asustadizo, inseguro. Cual adolescente que huye veloz, a ninguna parte, intentado liberarse de las ataduras maternas y paternas.


Le seguí largo rato apurando mis pasos. Él corría más y más intuyendo mi presencia.


Se paró debajo un árbol observando el peligro.

Era precioso, muy chiquitín, coqueto, con unos ojos muy vivos, sus orejas en posición de escucha y su rabo largo y pizpireto.

Si hubiera tenido la cámara réflex le hubiese hecho unas bonitas fotos, pero con el móvil...


¡Mira que siempre digo de llevarla encima, pero pesa tanto...!

Emprendió su marcha hasta llegar a un paso de cebra que cruzó como un buen ciudadano más.

Al verme muy cerca aligeró el paso por miedo a que le hiciera daño.

Se paró al lado de otro árbol y me miró desafiante. 

Yo también le mire, pero con ternura.

Me parecía tan desvalido...

Unas voces vinieron a enturbiar la paz de nuestro encuentro. Dos hombres salieron de una casa cercana y hablaban a grandes voces sobre un coche aparcado cerca. Por lo visto era de uno de ellos y le habían dado un golpe.

El pequeño ratoncito, temeroso, se escondió entre las hojas muertas.

Se volvió invisible.

No para mi, que sabía que estaba oculto allí.

Permanecimos camuflados cada uno a su manera.


Se fueron los dos hombres y salió de su escondrijo cruzando la carretera.

Le seguí hasta que se paró en una pared cercana y me miró pidiendo clemencia.

Sus pequeños ojitos parecían decirme que por favor no le hiciera daño.

¿Cómo iba a hacer daño a tan hermosa criatura?

Todos los seres vivos que poblamos el planeta tenemos derecho a la vida.

Le miré por última vez antes de verle desaparecer por debajo de la puerta de un jardín comunitario.

Le deseé suerte en su aventura. 

No sin antes prevenirle de que este mundo nuestro no está exento de peligros, pero que vivir en libertad es una aventura apasionante.