7 de julio de 2010

AMORES MADUROS


Su corazón latía fuertemente mientras a duras penas subía las escaleras donde vivía la mujer que amaba. 
No quiso hacer caso del medico que le había aconsejado llevar una vida tranquila y sin sobresaltos en su ultima visita.
 Llevaba varios meses sin acudir a la cita diaria, porque un atardecer, a la mujer por la que suspiraba se la llevaron los hijos lejos pues últimamente no se encontraba muy bien.
Solía llamar con fuerza al timbre de la puerta, porque ambos no andaban bien del oído.
 No subía arriba, la esperaba abajo ilusionado como un adolescente con el alma gozosa y alegre.
Conservaba un aspecto atractivo, ultimo rescoldo de su juventud y belleza. Su pelo canoso le daba un aire patriarcal y su bonita sonrisa era como un reclamo para las señoras de su edad.
Habia enviudado hace tiempo, pero su corazón habia recobrado las ganas de seguir viviendo al lado de una atractiva mujer viuda como él.
Ella era muy guapa, de facciones dulces y mirada azulada. Solia vestir muy bien y tenia un porte señorial.
Las personas envidiosas del lugar, aquellas que tienen el corazón seco de afectos y con mucho tiempo para no hacer nada, observaban a la pareja y cuchicheaban a su paso.
"Mira que si su mujer levantara la cabeza", decian.
 "¿De donde saca el dinero ella para tantos vestidos?"
Ajenos al que dirán pasean a la caída de la tarde su amor sincero, sus ganas de seguir viviendo, apurando el tiempo que corre veloz.

Se habia quedado triste el rincón de sus citas. No se escuchaba el timbre chillón ni la voz de ella emocionada. Pero hoy, ha vuelto la vida, y un anciano sube presuroso las escaleras esperando abrazar a la mujer amada. Le embarga la emoción, se le saltan las lágrimas, quizá pensó que no volvería a verla y se quedaría de nuevo solo esperando un futuro que no existe.
De nuevo van juntos del brazo, desafiando los corazones mezquinos y pordioseros, mirandose a los ojos y cobijandose el uno en el otro en el tiempo que les queda