18 de junio de 2015

ALEX Y ELLA


Aquella mañana al abrir la ventana pudo ver en todo su esplendor el campo de girasoles cercano. Al comprobar que con la luz del sol se acentuaba su belleza, tuvo unos deseos irrefrenables de salir a la calle.
 Lentamente mientras saboreaba el primer café de la mañana, tratando de desperezarse sin apenas conseguirlo, le pareció que la vida le sonreía. Después, desplegó las páginas del diario y leyó los titulares con desgana. Últimamente desechaba las noticias tremendistas que le hacían sumergirse en una especie de angustia vital que le duraba casi todo el día.
Solía dejarse llevar por este ceremonial pausado y lento todos los fines de semana en los que no tenia que acudir a su trabajo.
Luego, se puso su vestido blanco con puntillas y sus alpargatas de esparto y salió de la casa dispuesta a darse un paseo. Al volver la esquina se tropezó con Aléx, un amigo de la infancia. Alex tenia la costumbre de abrazarla al verla, aunque ella le evitase porque no soportaba su aliento con olores etílicos cerca de su cara. Aun así pocas veces lograba zafarse de él.
Algunas veces no se como se las arreglaba para salir del laberinto de calles por donde se metía y no tener que toparse con su presencia, ya que siempre estaba dispuesto a robarle un abrazo.
Cuando le veía a lo lejos tenia una enorme facilidad para mirar hacia otro lado como si no le hubiera visto, e intentaba escabullirse como podía.
Otras veces, él, jugaba a hacerse el encontradizo poniendo cara de sorpresa mientras se abalanzaba impetuosamente hacia ella. Entonces, entre sus cuerpos se producía un vacío de correspondencia que hacía mas intenso el afán de poseerla.
Y es que Alex la amaba desde siempre.
Pero ella, siempre recordaba los consejos de su querida abuela que poseía la sabiduría del paso del tiempo, y la enseño que el amor es cosa de dos, y no estaba dispuesta a compartir con el vino los abrazos de Alex.