Al igual que los gorriones van en bandadas.
Adolescentes liberados de sus responsabilidades escolares por unos días de vacaciones de Navidad.
Les observo al pasar debajo de mi ventana.
Alegres, ruidosos, divertidos, desenfadados, irrespetuosos...
Al igual que los gorriones que vi esta mañana cerca de casa, buscan compañía y amparo.
Y comida...jejeje.
Solo, que los adolescentes lo tienen más fácil al llegar a su casa.
Y les imagino comiendo con un apetito voraz.
Sé de qué hablo, porque tengo uno en la familia.
Sin embargo, los pequeños gorriones, andaban picoteando a la entrada de la tahona por si alguien al pasar con la barra de pan se le caía alguna miguita que llevarse al pico.
Vi a un perro anciano, dormido en el felpudo, con el arnés atado al pomo de la puerta. Hacía frío y pensé que sus pobres huesos lo acusarían de manera especial.
¡Pobrecito!
Traté de llamar su atención, e intentar acariciarle, pero no me escuchó. Debía estar sordo.
Sentí dolor en su desamparo.
Estaría mejor dentro de la casa en su cama calentita.
La ancianidad y su vulnerabilidad siempre me conmueven. Sean personas o animales.
Cada vez hay más ancianos desamparados, porque nuestra sociedad les ignora. Ignora todos aquello que no sea de utilidad.
Un anciano, poca utilidad tiene a los ojos de los que todo lo centran en poseer cada vez más.
Los ancianos no son productivos, pero poseen una riqueza interior de la que la gente de bien nos podemos beneficiar.
No sé...están hoy las letras muy atrevidas.
Se refugian en mi casa, dado que fuera la niebla lo envuelve todo y es difícil ver.
Como contraste de los jóvenes adolescentes llenos de vida y de sueños, los ancianos contemplan la vida a través de la ventana, o sentados en un banco del parque como final de su aventura.
El ciclo vital de la vida misma.
Los adolescentes, los gorriones, los ancianos...todos formamos parte de este mundo nuestro.
Espero os haya tocado la lotería. A mi no, porque no he jugado ni un décimo.
Es el día de la esperanza en un boleto que puede cambiar la vida de los más vulnerables.
¡Otra vez con los vulnerables!
Y es que en mayor o menor grado todos somos vulnerables.
¡Pobrecito aquel que se sienta un diosecillo intocable!
El tiempo y la vida le harán ver la realidad.
Últimamente, me salen escritos con moralinas de señora mayor...jejeje.
No sé si es que empiezo yo también a acusar el paso de los años y llevo en mi bagaje la experiencia de mi propia vulnerabilidad.
En fin...que estamos a las puertas de la Nochebuena y no quiero daros más la barrila.
¡FELIZ NAVIDAD!