23 de abril de 2021

LA LOCA

 


El sol se despedía en el horizonte llenado de belleza la tarde.

Ella, contoneaba sus caderas al compás de la vida y sonreía.

Siempre sonreía.

Y cantaba.

Se la podía escuchar tararear una canción al pasar.

Caminaba con ligereza, la espalda erguida, desafiante la mirada, los pasos certeros y un puntito de locura en sus ademanes.

Era una mujer bien parecida, esbelta, de ojos oscuros muy bellos y cabello ensortijado.

Solía vestir con ropa informal, de colores alegres, que movía con soltura e iba esparciendo por las callejas su aroma de libertad.

Tenía un no sé qué, que atrapaba las miradas.

Ella y sus rutinas formaban parte del paisaje urbano.

Por unos instantes la vieron perderse calle abajo como cada tarde.

Su falda de vuelo revoloteaba con el viento.

Sus pies, casi descalzos, marcaban el ritmo como entonando una bella melodía.

Curiosos, y gente de mala fe, que no soportaban su libertad y su forma de vivir, la juzgaban sin más.

Sus miradas viscosas y sucias, se atrevían a desnudar su alma sin conocerla.

 Prejuicios ancestrales que anidan en corazones aherrojados de inmundicia, prisioneros de sus miedos y debilidades sin atreverse a volar.

Ella, giraba su cabeza, sonreía y cantaba.

Iba inmersa en sus pensamientos. Se podía adivinar en su mirada el reflejo de su interior limpio y claro.

El sol se fue ocultando lentamente y, con él, la tormenta que se habían formado a su paso.

Ella, sonreía y cantaba.

Después llego la noche y le bailó descalza a la luna.

Todo el mundo la conocía con el sobrenombre de "La loca"

Y es qué, aquel que se significa por algo contrario a lo establecido, corre el riesgo de ser tomado por loco.


15 de abril de 2021

PASEOS POR PAMPLONA

 


Pamplona está triste.

¿Qué tendrá Pamplona?

Últimamente Pamplona no es lo que era.

Pamplona la bella, como me gusta llamarla desde que la descubrí, ha sufrido un cambio por culpa del COVID.

Ya no escucho música por calles y plazas, ni puedo ver las sonrisas de la gente al pasar.

Vamos escondiendo en la mascarilla nuestros miedos e inseguridades.




Aún recuerdo cuando hice estas fotos en la Plaza el Castillo una tarde de Primavera hace dos años.



Bullía la plaza llena de chiquillos intentado coger con sus manos la magia de las pompas de jabón.

Estuve largo rato observándoles.

Hoy por la mañana estuve en el banco para hacer una transferencia bancaria.

Había cola para entrar.

Ahora hay cola para casi todo: la frutería, el banco, las oficinas de hacienda...

Además, si quieres pedir dinero en efectivo tienes un horario muy restringido. No te queda otra que madrugar y, como llegues un poco tarde, no te atienden.

Para eso está el cajero, dicen, aunque apenas veas la pantalla cuando la da el sol.

No tenemos acceso a nuestro propio dinero. Parece que fuera de los banqueros.

Me atendió una chica muy amable. Después de haberle dado todos los datos que me pedía para hacer la gestión, me advirtió que me cobraría seis euros de comisión.

Qué iba a decir yo. Aceptar resignada a pagarlos. No me quedaba otra.

-¿Hay que guardar cola para `poner la cartilla al día? 

Pregunta un señor mayor.

-No, no hace falta, puede usted pasar.

Yo como él, también aprovecho para poner la cartilla al día. 

En esto no he evolucionado y, no me fio un pelo de las cuentas de internet.

Si, ya sé que es el futuro y nos quedará otra que pasar por el aro.

 Un hombre pasa cerca de mi. Lleva unos originales zapatos verdes. Camina presuroso, desafiando al asfalto y poniendo una nota del color de la esperanza.

Cerca, unas chicas jóvenes, hablan acaloradas. "Eso le pones una denuncia laboral y verás como se acaba" . Debe de ser algo serio, me digo a mi misma.

Me pierdo por la Vuelta el Castillo mientras escucho las notas de un acordeón.

Un hombre de un país lejano la toca cada mañana, mientras implora una pequeña limosna.

La mañana es cálida. No hace el viento frío de los últimos días.

Las gentes se dejan besar por el sol sentadas en los bancos o mientras pasean.

Me paso por el Corte Inglés para saludar a mi amigo, Arturo. Hace días que no le veo en el stand de belleza y me preocupa.

Voy creando lazos afectivos por donde quiera que vaya. No me quiero dejar morir de indiferencia.

Ya le veo.

Se le ilumina la cara cuando me ve. Podía ser su abuela.

Nos saludamos codo con codo.

¿Va todo bien?.

Arturo, ese rincón le llenas tú de luz, le digo picaronamente. No te vayas nunca. Le sonrío y me sonríe, mientras me pierdo por los grandes almacenes.

Una mujer sentada en en un banco habla temerosa: "Si no te identificas, llamo a la policía" dice a su interlocutor.

Buff...da un poco de miedo.

En Zara, todo es color.

La ropa de temporada con sus alegres colores lo inunda todo.

La moda actual no es muy atractiva.

O eso me parece a mi.

Paso de nuevo delante de la Oficina de Hacienda.

"Solo se atiende a clientes con visita concertada" leo en un cartel.

La gente se arremolina en una larga fila, mientras le preguntan al de seguridad algunas cosas que no tienen muy claras.

Un caos, dicen, un caos...

Estamos fichados. 

Nos van a sacar las entretelas.

Yo soy del Erte, yo del Ingreso Mínimo Vital.

Estos políticos son unos ineptos.

Escucho quejas y más quejas.

No está el horno para bollos...

Llega el autobús.

Hay relevo de conductor.

En un instante se cruzan personas de varios países.

Pamplona la bella, pequeñica, acogedora, alegre y cosmopolita.

P.D. No sé porque me ocurre que de repente se ponen las letras más grandes.

Misterios del teclado.


7 de abril de 2021

LA ERA TECNOLÓGICA

 



Vivimos en plena era tecnológica.

En apenas unos años hemos cambiado nuestro modo de relacionarnos.

Es a través de las nuevas tecnologías como lo hacemos. Vivimos pendientes del móvil a todas las horas. 

Es curioso observar a jóvenes y menos jóvenes, mujeres y hombres, niños y ancianos con esta infernal maquinita.

Apenas levantamos los ojos del teclado, hasta cuando paseamos. He visto más de una vez pegarse una "castaña" contra una farola o un árbol, a personas que ya no saben vivir sin él. 

Esta moda ha llegado a los parques infantiles incluso.  He podido observar a padres que insistentemente graban a sus hijos y hacen fotos sin parar. 

En el autobús, en las tiendas, en las calles y plazas...todos hemos perdido la libertad de saborear la vida de manera natural.

Apenas disfrutamos de un bonito paisaje, de una mirada y una sonrisa al pasar.

Eso si, cuando ocurre algo a nuestro alrededor, sacamos el aparatejo y hacemos fotos y vídeos para ser el primero en lanzarlos a la Red. Incluso a veces antes de socorrer al  accidentado, si se trata de un accidente.

Hemos caído en la trampa de manera sibilina, sin apenas darnos cuenta.

En las Redes Sociales, cada uno se construye un personaje donde muestra la parte idílica de su vida. La vanidad, el espíritu crítico más vulgar, la soberbia, la mala educación y los instintos más primarios campan a sus anchas.

Algunos hasta se han convertido en creadores de opinión. 

De la suya, claro...

Nos dejamos manipular por unos y otros cual rebaño de ovejas.

Muchos adolescentes ya no quieren estudiar y hacer una carrera.

¿Para qué?

Si no van a encontrar trabajo.

Quieren ser YouTuber, Instagramer, Influencer...

Hasta los niños en su cochecito, nada más pueden sujetar algo, se aferran a este artefacto ladrón de infancias.

¿Soy una exagerada?

Quizás.

Pero se muy bien de lo que hablo.

Yo también he caído en la trampa.

P.D. Que conste que soy una forofa de las nuevas tecnologías y sus grandes aciertos. No cabe duda de que es el futuro. 

Quizá otro día hable de las cosas positivas, pero hoy quería hablar de algunas de las conductas nocivas que encierran.