13 de octubre de 2020

LA MOCHILA

 


Llevaba una mochila a la espalda, donde guardaba todas las ilusiones, todos los sueños, los fracasos, los secretos, los amores,  las alegrías, las penas de toda una vida. 

En algún momento la carga se le había hecho muy pesada impidiéndole caminar con ligereza. 

Otras, había sido más liviana. Incluso le había llevado a caminar con enorme agilidad. Como si se tratara de una pluma movida por el viento.




Alguna vez,  a su mochila y fiel compañera, se le fue el color. El blanco y negro, los tonos grises formaron parte de sus días.

Pero dentro, seguían intactos los sueños por cumplir.




Habían pasado muchos años, desde que en su infancia comenzó a caminar con una mochila a sus espaldas.

La mochila, entonces, era de colores vivos, y con unos enormes ojos de búho que observaban la vida con asombro y sin apenas peso dentro.

Después, los libros y cuadernos se hicieron un hueco en ella.

Con el paso de los años, la fue llenando de vivencias, de historias, de sucesos, de conocimientos, de inquietudes, de deseos, de costumbres...

Quizá para los demás, la mochila era invisible. Hay sensaciones que solo las percibe el interesado. 

Pero ella, hasta veía en las espaldas de familiares, amigos, conocidos, y la gente con la que se cruzaba por la calle, enormes mochilas, dependiendo de la edad.

Incluso a través de ellas podía ver el estado de ánimo de los que las portaban.

Porque la mochila era un poco como el interior de cada uno. 

Además cabía la posibilidad de cargarla en las espaldas para repartir mejor el peso y seguir caminando.

Ella, acaricia una vez más su vieja mochila como queriendo rescatar retazos de su vida, que de alguna manera están cobijados dentro.

Habían recorrido el mundo juntas y les había llegado la hora de descansar.