25 de marzo de 2022

HISTORIAS MINÍMAS . (Por las calles de Pamplona)

 


Di Pamplona y sonríe, rezaba un cartel a la entrada del Ayuntamiento de Pamplona. Y allí que me puse yo con mi sonrisa.

Es una campaña turística con vistas a la Semana Santa donde se prevé reforzar las visitas guiadas, excursiones, yincana, y pinchos o alquiler de kayaks y gran variedad de actividades.

Me gusta pasear por el casco viejo de la bella Iruña saboreando la vida.

Lucía un tímido sol en la Plaza el Castillo, mientras con mi cámara trataba de rescatar alguna instantánea que tuviera vida propia.

De alguna manera, esta mítica plaza, me recuerda a la de mi pueblo con sus gentes sentadas en los bancos viendo pasar la vida.

Casi siempre hay un hombre tocando el acordeón que pone unas notas musicales a las mañanas.

Todo visitante quiere hacerse una foto en el kiosko de la plaza. Y allí estaban cuatro parejas de jubilados valencianos que han dejado las fallas y estaban visitando la ciudad intentando hacerse una para el recuerdo.

Me brindo para hacerles algunas de todo el grupo, y acceden encantados.

-¡Uy, hemos dado con una profesional!

-Ya te digo...

-Qué bien han quedado.

Agradezco sus exclamaciones de admiración, mientras sonrío divertida.

Cerca de mi pasaron dos amigos charlando.

-Me contó que tenía relaciones sexuales con condón. 

-¿Pero con trece años tienes relaciones sexuales, le dije a mi nieto?

-¡Uy, los tiempos han cambiado, Marcelino...!

Río divertida, mientras les veo alejarse calle abajo.

-¿Sabes que encontré yo entre los cojines del sofá? Petit suisse de fresa.

¡Anda!

-Si, mis nietos los escondían allí.

Dos abuelas contándose sus cuitas me hacen reír de nuevo.

Como estoy cerca del Corte Inglés paso a ver que modelos de temporada han traído nuevos.

A la entrada está mi amigo, Arturo. No le digo nada, porque está atendiendo a una cliente y no quiero interrumpirle.

En la planta de mujer me dejo llevar por la fantasía de colores que llenan las estanterías. Tonos alegres y desenfadados campan a sus anchas para esta reciente Primavera.

-¿Mamá, no te gusta este?

-¡Uy, no...!

-Es muy clásico. Quiero algo más moderno.

Es un matrimonio, que buscan un traje de ceremonia para la madre.

Están en esa sección precisamente.

La mujer, entrada en años, mira y remira los modelos pero nada de lo que hay le llama la atención. 

Les observo divertida, pues al igual que a la señora todos me parecen horribles.

El matrimonio, sobre todo él, tiene cara de cansancio y refunfuña al ver a la mujer alejarse con premura buscando entre las prendas expuestas de distintas marcas algo atractivo.

-Pero si esto ya lo hemos visto ayer. Comenta hastiado el hombre.

-Ya...pero no hay quien la pare...

La mujer se ha perdido a lo lejos en ese remolino de colores que forma la ropa de temporada, mientras ellos no consiguen alcanzarla.

Me identifico con ella y río sin parar.

La ropa tiene unos precios abusivos. La ropa buena y bonita, claro...

No me queda más remedio que esperar a las rebajas. Bueno, la verdad es que tengo mucha ropa de verano y no creo necesitar nada de nada. Aunque mi amor por los "trapos" viene de lejos y caeré en la tentación...jejeje.

Deambulo de acá para allá sin prisa alguna.

Las terrazas están bastante llenas, aunque muchas pequeñas tiendas y bares han tenido que cerrar por los efectos de la pandemia.

Voy camino de casa por la Avenida Carlos III, cuando un ruido infernal sale a mi encuentro. Un helicóptero vuela por encima de nuestras cabezas y los edificios cercanos bastante bajo. 

La gente mira entre curiosa y asustada.

Por una calle cercana aparecen gran número de furgones y policías a pie. 

-¡Parece la guerra!.

- ¿Pero qué pasa? 

Una muchedumbre de chavales con pancartas les siguen.

Un poco asombrada por el despliegue policial, pensé al principio que era una manifestación de ellos mismos.

Los chavales gritan consignas reivindicativas.

Por lo visto son estudiantes de Educación Secundaria y universidades. Están de huelga en contra de la reforma educativa.

A pesar de que mi rodilla izquierda hace días que me da un poco la lata y está cansada de vagar por la ciudad, mi espíritu de reportera me lleva a unirme a ellos.

Hago vídeos en directo para mi Facebook y fotos.

Al pasar al lado del Corte Inglés, hay policías apostados por todo el edificio. Paso cerca de ellos con mi móvil en la mano tratando de captar el ambiente de la calle y el asombro de la gente al ver a los muchachos.

La marcha termina en el Paseo Sarasate donde leen un manifiesto con sus reivindicaciones. 

Luego, poco a poco se van dispersando, mientras yo me dispongo a volver a casa.

A lo largo de la mañana, me he dado cuenta de la cantidad de población mayor de setenta años y más que habita en la ciudad.

Ancianos apoyados en el brazo de una cuidadora, parejas apoyadas entre sí, en sillas de ruedas, con andadores...

Algunos con la mirada perdida y la decrepitud de sus cuerpos a flor de piel.

Quizá me fijo más, porque yo también estoy entrando en esa edad vulnerable a la que todos estamos llamados más tarde o más temprano.

Pero es mediodía y terminan las clases.

Las calles se llenan de gente joven que aparecen por las esquinas con sus mochilas cargadas de libros.

Son como bandadas de pájaros que se protegen entre si en su vuelo. Solo que ellos van a ras del frío asfalto.

Espero al autobús rodeada de muchachos de diferentes países.

Entre ellos se entienden fenomenal. No tienen viejos prejuicios que les aten.

Una chica habla del cariño a sus abuelos y el dolor por la pérdida de uno de ellos.

Generaciones unidas entre si por el afecto.

Un chico grandullón y con sobrepeso, se pone delante de mi sin respetar que he llegado antes que él.

Mira una y otra vez con enorme impaciencia por si llega el autobús. 

Poco a poco se va acercando para ser el primero en entrar y coger un buen asiento.

Le dejo hacer. No tengo ganas de movida, como dicen ellos.

Efectivamente, llega el autobús y entra el primero avasallando al resto.

Por fin ha cogido un buen asiento.

¡Pobrecito!

A lo mejor esos kilos de más le hacen tener un cansancio especial y estaba deseando sentarse.

Prefiero pensar así antes de juzgar.

Yo también he podido coger un buen asiento y me dejo caer, pues ha sido una mañana muy intensa.