19 de febrero de 2021

RAICES

 


Hay personas que dicen no tener raíces. Incluso presumen de no sentirse de ninguna parte y ser ciudadanos del mundo.

Otros reniegan de sus raíces y de su origen, y cualquier  otro país les parece un paraíso.

Existe también gente que le importa muy poco ser de aquí o allí.

Otros defienden a capa y espada, como se suele decir, su procedencia, y no dudan que se les reconozca allá donde quiera que van.

Es lógico dada nuestra condición humana y sus peculiares características. 

Personalmente me conmueven esas personas que aman su pueblo con toda su alma.

Ayer, sin ir más lejos, me encontré a un amigo que al enterarse de que había nevado, no se lo pensó dos veces y se vino a Guardo a pasar unos días.

Como un chiquillo me contaba emocionado que había pasado la mañana recorriendo rincones que le eran familiares: la casa paterna, el barrio, la estación del tren, y hasta se atrevió a cruzar el puente de hierro como cuando era niño y competía con sus amigos a ver quien era el más valiente.

Llevaba en su mano una cámara fotográfica y me decía que había fotografiado todo lo que sus ojos habían visto.

Había querido rescatar retazos de su historia en aquellas instantáneas y guardarlas para siempre. 

Pasó la mañana pisando nieve, recorriendo calles y plazas, despacio, como regresando a su origen.

Pasado y presente se fusionan entre si volviendo al punto de partida como una necesidad imperiosa de encontrarnos a nosotros mismos. 

Y es que en el fondo yo soy igual que mi amigo. Aparecí aquí después de muchos años viviendo en el sur y he encontrado mi lugar. 

Estoy de nuevo anclada a mis raíces. 

No sabría vivir sintiendo el desarraigo en mi alma. 

Cada cual que haga lo que crea conveniente. 

P.D. De vez en cuando me abandonan las musas y entonces suelo rescatar antiguos relatos míos que Facebook me recuerda.