Amanecía hoy un poco triston el día, pero a media mañana ha ido levantando y por fin el tímido sol se atrevía a hacer acto de presencia.
Me gusta el sol, no puedo evitarlo. Quizá han sido muchos los años pasados en el sur, por eso cuando me falta, le echo de menos.
Me gustan también las montañas, no en vano mis raíces provienen de las montañas leonesas y mis recuerdos están ligados a ellas.
Después de comer he decidido perderme por algún lugar distinto de los habituales por donde me muevo, con mi cámara, aprovechando la luz de la tarde.
Comienzo mi paseo por el Barrio Valdecastro no sin antes hacer una fotografía a la entrada.
Delante de una casa veo de lejos a alguien tomando el sol, le vislumbro pequeño, demasiado pequeño...cuando llego a su altura veo que es una enorme muñeca. De repente una niña sale a mi encuentro y me enseña sus juguetes. Viene a buscar a su amiguita.
-Quizá este durmiendo la siesta, le digo.
-No nunca la duerme, me responde pizpireta.
- ¿ y tu? le pregunto.
- No, nunca me ha gustado dormir la siesta, me dice divertida.
- Igual que a mi, le respondo.
Le digo adiós y me adentro por una calle empinada.
Mi idea es subir hasta el antiguo depósito del agua. Está un poco alto, pero acabo de descubrir el botoncito de mi nueva cámara para hacer fotos panorámicas y me puede la tentación.
Ese lugar ya siendo niña ejercía sobre mi una influencia especial, y junto con mis amigas formaba parte de nuestro lugar mágico donde solíamos perdernos con frecuencia.
La subida es sencilla, hay un camino que te anima a subir, y subir... sin darte apenas cuenta que luego tienes que bajar.
En unos minutos estoy arriba. La tarde se para por un instante, mientras el aire y el sol me besan la cara con descaro.
Miro hacia abajo y el paisaje es espectacular. Me siento en la hierba y respiro con fuerza. Si la felicidad tuviera nombre, yo le llamaría atardecer.
Un cúmulo de sensaciones nuevas recorren mi alma, y saboreo la vida con toda la intensidad de que soy capaz.
Bordeo por otro lado para hacer una fotografía desde otro ángulo y con otras vistas del pueblo.
Es magnífico lo que veo.
El viejo depósito del agua testigo mudo de tantos, y tantos secretos... se sonríe viendo mi alegría casi infantil
Es como una vuelta a la niñez.
Allí subida puedo ver las casas de siempre cada una con una historia...
He calculado mal pensando que era mas corto y me he lanzado a cuerpo muerto con toda la fuerza. Menos mal que no he ido a parar al suelo, pero para poder frenar he hecho un esfuerzo enorme con las rodillas, y la izquierda que ya de vez en cuando la noto rebelde, se ha llevado la peor parte.
Creo que me he hecho daño.
Ya os contaré. He llegado a casa medio coja y he tenido que suspender mi paseo.
10 comentarios:
Cúidate, Maripaz, para poder disfrutar del sol y la monttaña, hay que tener las dos rodillas dispuestas.
Un Post lleno de Naturalidad y ganas de saborear, con tu cámara, cada rincón de esas casas que tienen, cada una de ellas, su historia.
Abrazos y besos.
Pues el día de tritón nada.la perpectiva panorámica da mucho juego.Veo que hay rincones curiosos por explorar, pero siempre con mucho cuidadin,please. Un abrazo
Una siesta divina y llena de luz y vida... hacia arriba ... Un abrazo.
Precioso reportaje, te estás convirtiendo en una fotógrafa de primera división.
Muchas gracias, Aro. Viniendo de ti esa apreciación tan generosa, me halaga...
Efectivamente, me hice daño. Tuve que ir a "Urgencias! cojeando, y allí me dijeron que tenia un esguince y un pequeño desgarro en el menisco.
Con un poco de reposo ya he logrado que se me pase, aunque no quiero adelantarme, estas cosas tan simples se pueden convertir en problemas mayores si no se curan bien.
Es bonito tu pueblo y las fotos. Siento lo de tu rodilla. Yo me hago esguinces con mucha frecuencia.
Con lo bonitas que son las historias con final feliz...
En fin, que no sea molesto.
Depósito de agua, viejo fortín inexpugnable, objeto de codicia connqistadora de los muchachos del pueblo, que a pedradas dirimiamos quien seria su titular, capitaneados por Marce el mudo los de Valdecastro y por el hijo del guardia los de la carretera de Velilla, mi comando. Éramos muy brutos, pero generosos en el esfuerzo.
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