De repente, aquel invierno se le vino la vejez de frente y comenzó a sentir una terrible nostalgia que le paralizaba su mundo creativo.
Pasaba largas horas tumbada en el sofá viendo una horrible novela de amoríos.
Jamás le habían gustado las novelas de sobremesa, pero ahora las tenía en la plataforma de pago que acababa de contratar y estaban al alcance del mando a distancia.
Se le antojaba que eran para mujeres con cargas familiares y llenas de responsabilidades.
Una manera de evadirse de la realidad cotidiana.
Con una desconocida desgana para su atrevido y joven corazón de antaño, pasaba tardes enteras dejándose abrazar por la parsimonia más absoluta.
Incluso dejó de interesarse por la moda, las letras, el cine, las conferencias, los amigos...
¿También ella trataba de evadirse de la realidad?
¿Era la vejez su realidad más inmediata?
Últimamente, se le venían al pensamiento, retazos de su pasado como en una película.
Los días se le escapaban volando.
Incluso, una mañana, le habían parado por la calle para hacerle unas preguntas para una encuesta de una de esas iglesias que pretenden dar a conocer la salvación del ser humano.
Ella contestó una a una esas preguntas transcendentales que tenía olvidadas en su interior.
El joven que se las hizo, se quedó impresionado de su aplomo a la hora de contestar.
Pero ella, por dentro, seguía llena de dudas.
¿Seguía evadiéndose de su realidad más inmediata?
¿Estaba cada vez más cerca de plantearse el sentido de la vida y su fin?
¿Era eso lo que le daba miedo?
De ahí, que procurara no pensar demasiado y se enfrascaba capítulo a capítulo en la novela que le servía de evasión.
De lo que si estaba segura, era, qué darle vueltas a las cosas no conduce a nada.
Es más.
Es contraproducente.
Sabía, desde siempre, que estamos destinados a un final incierto y tan solo podemos aceptarlo. Pero lo apartaba de su mente como si nunca pudiera ocurrir.
O por lo menos a ella...
Le horrorizaba la idea de desparecer para siempre de este mundo, que aunque no era perfecto, era lo más real que tenía.
El otro...ese que dicen hay detrás de la muerte, no sabía si era real.
Nadie había vuelto para contarlo.
Mientras tanto, ella, a pesar de ir perdiendo agilidad mental y física, incluso experimentar de vez en cuando dolores desconocidos, se sumerge en cada capítulo de la historia de la novela, donde se habla del amor, de la maldad, de la envidia, de las traiciones, de los sueños, de las metas alcanzadas, de la bondad...
De la vida misma.
Ella ama la vida.
Y al final, la vida es como una gran novela.
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