Apenas se conocían. Tan solo habían cruzado palabras necesarias para comunicarse profesionalmente, pero habían conectado de manera muy particular.
Él, apasionado y muy joven. Ella, madura y muy tímida.
Solía ponerse muy colorada cuando él se acercaba a su mesa para entregarle algún trabajo terminado y le hablaba con dulzura.
Bajaba los ojos con temor de encontrarse de frente con los de aquel hombre que le había trasformado el alma por dentro.
A veces cuando tenía que hablar para concretar algún detalle, tartamudeaba hasta el extremo de hacerse inteligible lo que quería comunicar. Entonces él, con una sonrisa comprensiva, le miraba con insistencia intentando sostenerle la mirada.
Ella había perdido la ilusión de enamorase. Él, buscaba el amor con la pasión de lo que se vive por por vez primera.
Tan solo les separaba una mesa de trabajo, pero a ambos les parecía la inmensidad del océano.
Ella, encerrada en sus miedos e inseguridades, no se atreve a dar el paso hacía la luz. Prefiere quedarse con la seguridad de sus rutinas diarias.
Quizá el destino la ha herido demasiadas veces y no quiere arriesgarse de nuevo.
Él, le arrebata a la vida la fogosidad y la ilusión de la inexperiencia sin medir las consecuencias.
En un ventanal cercano, se asoman cada mañana unos tulipanes mostrando con ingenuidad la belleza más pura.Testigos mudos de amores y sensaciones escondidas de amantes, viven lentamente y saborean su fugacidad .
Una mala noticia ha llegado hoy a la vida de ella. Él, se marcha lejos por motivos de trabajo pues le han ascendido.
Su falta de decisión le han llevado a él a aceptar su nuevo destino.
Y los tulipanes lloran de pena recordando a los amantes.