Comenzaba yo esta noche a celebrar mi cumpleaños, (cumplo 69 años) con una película. Desde mi más tierna infancia me fascino el cine, y con el correr de los años, esta afición mía se ha acentuado.
Esta película francesa basada en la novela de 1958 escrita por, Georges Montforez, y dirigida por, Jean Becker, y teniendo a Jacques Villeret y Jacques Gamblin como actores principales, ya la había visto pero me apetecía verla de nuevo.
Tiene un título muy sugerente, dado que me encuentro a punto celebrar un año nuevo en mi vida, y me atrevo a hacerlo mio, porque tengo la fortuna de vivir...
La película es pura poesía para los sentidos, en este mundo nuestro, donde las prisas nos llevan de acá para allá sin apenas tener tiempo de disfrutar de la vida misma.
Narra, a través de sus personajes, la aventura de vivir, en el marco incomparable de un onírico pantano cercano a un pueblo rodeado de naturaleza en libertad, y rescata los valores de la amistad, la humildad, la dignidad, el respeto...
La película esta narrada en primera persona por la pequeña, Cri-Cri. Es un canto a la vida de los pueblos que transcurre lentamente, valorando las cosas sencillas.
También yo, me veo reflejada en la mirada de esa pequeña niña, porque hace tiempo que me he negado a crecer a pesar de que los años se acumulan en mi espalda, una y otra vez.
La película plantea el eterno dilema: ¿Hace falta ser rico para ser feliz? O...tal vez para ser feliz hay que ser libre? La segunda de estas dos preguntas retóricas, es la que hay que convertir en afirmación.
La felicidad cimentada en los pequeños placeres, en pequeñas cosas insignificantes, esta a nuestro alcance.
En fin, es la una y media de la madrugada, y mi cabeza no da para más...
Como regalo, os dejo un vídeo que hice esta tarde con pequeñas instantáneas de retazos de mi vida en compañía de familiares y amigos, mi mayor y única riqueza.