A las cuatro de la tarde cuando caía un sol de justicia, mi hermana y yo nos fuimos de tiendas. Al entrar en el Corte Inglés una bocanada de aíre fresco nos salió al encuentro y nos sentimos aliviadas. Sin apenas habernos repuesto del cambio brusco de temperatura, nos encontramos de sopetón con la sonrisa de Arturo. Muy gentilmente nos invitó al stand de belleza más próximo que era donde él trabajaba con la intención de ofrecernos unos maravillosos productos de belleza.
En principio intente rechazar la oferta, ya que iba la primera y se dirigió a mi. Además no me suelo maquillar, pues tan solo me pinto los labios. Pero ante la insistencia de aquel muchacho sonriente y la delicadeza con la que me llevó hasta el sillón y me puso delante del espejo, no me quedó otra que brindarme a su experimento.
Detrás de mi venía mi hermana que conociendo mi vulnerabilidad ante este tipo de situaciones no dejaba de sonreír maliciosamente...
Arturo, una vez que me tuvo a su entera disposición comenzó a utilizar con enorme soltura un lápiz corrector de cejas y me las fue esculpiendo como si de una obra de arte se tratara. Luego, sacó un bote con una crema untuosa para eliminar las ojeras. Lentamente fue difuminando una pequeña porción de aquel unguento mágico hasta convertirlo en parte de mi piel. Se fijó en mis labios pintados en rojo con una barra que me trajeron unos amigos de Nueva York y comentó que era un bonito color. Con unos brochazos de colorete iluminó mis mejillas y dio por terminada la faena hablando en términos taurinos.
Yo observaba absorta en el espejo el cambio de mi rostro sin apenas alguna señal de mis maduros años, mientras mi hermana reía de buena gana...
Una chica muy guapa que también estaba trabajando en esa sección se acercó para ver el resultado del trabajo de su compañero y se sumó a las exclamaciones de regocijo de los que allí estábamos.
Una vez terminó conmigo, se dispuso a a maquillar a mi hermana siguiendo los mismos pasos. El cambio se iba haciendo evidente en su rostro mientras que ahora la que sonreía era yo...
A ella le pintó los labios en color fucsia para que le hicieran juego con el vestido.
En apenas unos minutos habíamos quedado a merced de, Arturo un joven cautivador. Viendo que era un magnífico profesional en ambos aspectos y nos tenía a las dos en el bote...se animó a contarnos que había maquillado a los chicos de Operación Triunfo a su paso por Pamplona y Bilbao en los últimos días en los conciertos. Sacó el móvil del bolsillo y nos enseño cantidad de fotografías con Amaia, Aitana, Agonei, Alfred...
Yo le comenté que les había hecho un reportaje cuando vinieron a Pamplona, Amaia y Alfred a un homenaje que les hicieron en el Ayuntamiento y se interesó por el nombre de mi blog.
Había pasado media hora y allí estábamos mi hermana y yo con, Arturo como si nos conociésemos de toda la vida.
Con ese arte que tenía el chaval no nos podíamos ir de vacío, y claro, terminamos comprando los productos que con tanto acierto nos había publicitado. A nuestra edad uno no se puede permitir ir desarreglado y hay que colaborar en mover la economía y además teníamos la seguridad de que nos merecíamos un capricho.
Ya en la caja nos hizo un pequeño regalo de la misma marca mientras nos hacíamos un selfie para Instagram .
Arturo se despidió de nosotras con un beso y siendo tan gentil como cuando nos recibió.
Este chico es una joya que se rifarían las marcas si supieran de su valía . Su modo elegante de tratar a los clientes, su sonrisa cautivadora, su educación y su trato exquisito es lo que quiero dejar constancia con este pequeño relato.
Gracias, Arturo por tu simpatía y por ponernos tan guapas que casi no nos reconocen al volver a casa...jejeje.