Regreso a casa después de compartir la tarde con unos amigos.
La niebla lo envuelve todo.
Y también un frío húmedo que me cala los huesos.
Hay un halo de misterio en las calles y plazas cercanas.
Como si la noche guardara secretos terroríficos inconfesables, donde el miedo se atreve a cruzarse con los transeúntes y darles un buen susto al volver la esquina.
Suenan unos pasos ligeros tras de mi. Voy hacía el autobús.
Miro a mi alrededor, temerosa, creyendo ver figuras fantasmagóricas que me acechan y me siguen de cerca.
Mi respiración se acelera y mis pies parecen volar.
Comienzo a sentir un sudor frío. Puedo ver el vaho que sale de mi boca intentando aliviar mi miedo.
Me tropiezo al subir a la acera y casi doy de bruces en el suelo.
A punto estoy de gritar y pedir auxilio.
Agarro mi bolso con fuerza temiendo que alguien me lo arrebate.
Luego, me cobijo al amparo de mi bufanda de colores para sentir seguridad.
Todo ha sido fruto de mi imaginación calenturienta.
En la parada del autobús, tan solo hay dos enamorados que se besan en medio de la niebla.
Para ellos no importa el frío, la lluvia, la humedad...
Simplemente se aman. Y el amor envuelve sus cuerpos en una coraza que les aísla de cualquier elemento de la naturaleza.
Llega el autobús.
Una vez dentro, noto un calor de humanidad, aunque nuestros rostros con las mascarillas sean incapaces de mostrar sensación alguna.
Hasta llegar a casa, se me va el recuerdo a la conversación que he tenido con mis amigos acerca del miedo.
Esos miedos e inseguridades que a todos nos acechan. Miedo al dolor físico o moral, a la enfermedad, a la muerte, a que no nos quieran, a que se olviden de nosotros, a que nos juzguen con demasiada dureza, a que nos hagan daño...
Además, un miedo añadido cuando ya se tiene una edad.
Al observar el paso del tiempo, se despierta en cada uno, con enorme fuerza, ese peso del bagaje de lo que hemos vivido.
Todo.
Lo bueno y lo malo.
Y quizás nos invade una nostalgia que nos paraliza largo tiempo.
Se arremolinan pensamientos y deseos que vagan a nuestro alrededor con la fuerza de un volcán en erupción y que no podemos controlar.
Nos sobreviene entonces la idea de que ya es demasiado tarde para casi todo. Apenas nos queda tiempo.
¡Vaya, ya estoy otra vez con pensamientos trascendentales!
¡Cosas de señora mayor con mucha imaginación!
Bueno, respecto a esto; lo de ser ancianos, hay muchas teorías al respecto.
Hay ancianos tremendamente jóvenes, que vuelan en libertad, sin tener que demostrar nada a nadie, porque se han reconocido y aceptado y, eso es muy liberador.
Cuando escucho en la tele o la radio una noticia acerca de un "anciano" de 73 años, no me siento identificada para nada.
Yo, y solamente yo, tengo el poder de ser y sentirme joven, porque soy dueña y señora de mi juventud interior.
Y entonces, no me importa la apariencia que demuestra mi verdadera edad.
En honor a la verdad, jamás he sentido el rechazo por parte de la gente joven hacía mi. Siempre he visto en sus ojos admiración.
Y eso me rejuvenece un poquito más si cabe.
Conecto con ellos, porque no he perdido la curiosidad y estoy dispuesta a escucharles y aprender de cada uno.
¡Me niego a estar de vuelta de la vida!
La vida es hermosa y en ella me refugio.
¡¿Quien me podrá arrebatar mi juventud?!
¡Que se atreva alguien...!
Ese es mi poder.
Mío, y solo mío.
Si...ya se...que vendrán a visitarme de nuevo los miedos, y los dolores físicos y morales.
Pero entonces me acordaré de los jóvenes enamorados que se besaban en la noche de niebla y mi alma rejuvenecerá porque yo también amé y fui amada.
P.D. Perdón por si no están correctos los signos de puntuación. No los domino con fluidez.
12 comentarios:
Me voy a quedar con dos cortes que me han impactado:
1) ¿Quién me podrá arrebatar mi juventud?
2) Nos sobreviene entonces la idea de que ya es demasiado tarde para casi todo. Apenas nos queda tiempo.
El relato es acompasadamente videográfico... me he sentido en tu piel.
Siempre suficiente, siempre verídica, como la misma vida, como tus relatos.
Un abrazo.
Joven ha de ser quien lo quiera ser. Felices fiestas.
Has empezado tambaleante, con esos pensamientos tan de nostalgia navideña, pero has terminado viniéndote arriba. Por muchos años de señora mayor y de imaginación.
Me parece a mí que los signos de puntuación los manejas estupendamente.
Un abrazo.
Tienes el poder de hacer que seamos esa-ese protagonista o al menos de ir a tu lado y además, de estar dentro de las escenas que describes y muestras: la noche, la niebla, ir escuchando esas reflexiones tan sabias, tan reales.
Eres un prodigio, hay que ver cómo haces pensar y meditar cada cosa que dices.
¡Extraordinaria!
Un fuerte abrazo.
Pensamientos “trascendentales” es bueno, y natural, tenerlos. Y si es con asiduidad o simplemente naturalidad, miel sobre hojuelas!
Por “trascendentes” hay que entender, por ejemplo, la contemplación de las margaritas y amapolas floreciendo en primavera. Y con la misma ¡trascendencia!, la caída natural de las hojas en otoño/invierno.
¡¡Cierto!! Ni oigo tal calificación de anciano a los 73… ¡Hoy los míos!
Ni, si lo pienso bien, los 100 de mi padre. ¡Nunca vi un “anciano” en un hombre que, casado en segundas nupcias a la edad de 80 años, ella tenía 85, de cuerpo jovial, despierta, juvenil, ambos vivían solos anteriormente, etc. Llevaba las cuentas del banco, mi padre. Ya en los últimos años, hacía las compras, preparaba la comida, fregaba, llevaba la casa, etc.
¿Dónde la “ancianidad” de postal navideña?
Ya sobre la gente joven en relación a uno… Las/los amigas de mi hija, 42 años, son todas conocidas mías. Amigas la mayoría. Mis dos nietas, 10 y 17 años, más de lo mismo bien entendido. Me conocen. Y hay la aceptación natural de: “es el aitite (abuelo) de…” ¡¡Y siempre será así!!
Independientemente de los avatares que la vida disponga.
¿Miedos? ¡No, gracias!
Abrazos Maripaz.
Como decía José Sacristán en una reciente entrevista cuando le preguntaban sobre la edad y continuar o no en el teatro , "Seguiré jugando como ese niño que llevamos dentro,hasta que tropiece contra el muro", o algo parecido. Nunca abandonamos ese niño que llevamos dentro y no es bueno ocultarlo o echarlo de nosotros, porque si se hace se acaban las ganas de vivir. tener curiosidad, es esencial.
Como la que demuestras en tu cálido e inteligente escrito, apreciada amiga. Me encantó.
Un abrazo.
Me ha gustado mucho tu escrito tan lleno de optimismo y juventud a pesar de esos miedos que a todos nos acechan y que debemos de rechazar de inmediato. Soy consciente de mi edad ( SOY UNOS MESES MAYOR QUE TÚ) y nunca la oculto pero también me siento joven y con ganas todavía de hacer muchas cosas.Besicos y FELIZ NAVIDAD
OláMaripaz!
É sempre muito bom estar aqui neste seu espaço e ler esta sua belíssima crônica, falando da vida com ela é, sempre com belas frases, como esta, que transscrevo:
“Hay un halo de misterio en las calles y plazas cercanas.”
Parabéns,mina amiga, pela crônica e pelas imagens.
Aproveito para desejar a você um Feliz Natal e uma ótimo Ano Novo, com saúde, muitos amigos, bons passeis, e muito mais.
Uma boa semana, com alegria e paz.
Um abraço.
que maravilla de texto las imagenes son increibles reales Podras comenzar un libro hablando asi con sentido din tiempo en la vida Me has fascinado
Me ha encantado siempre de ti, esa forma positiva de vivir la vida, y que yo también la llevo a cabo, porque está claro que la edad no tiene nada que ver en ello, y todo es cuestión de actitud y ganas de vivir, y eso, conociéndote ya un poco, a ti nunca te fa a faltar. ¿Y que nos quiten lo bailao! ¿a que si?.
Amiga, Maripaz, te deseo a ti y a tus seres queridos, mucha salud, y una feliz Navidad.
Un fuerte abrazo.
Lo que hemos vivido nadie podrá quitárnoslo.
:)
Sigamos caminando.
Besos.
Que crônica maravilhosa, minha amiga, quem de nós não se vê nela, com nossos medos, com nossas inseguranças, com nossas dúvidas?
Somos todos muito parecidos quanto a esses sentimentos que você escreveu, e tão bem escrito!
Parabéns, muitos!!
Desejo um Feliz Natal para você e sua família, e que 2022 seja um ano calmo, que nos devolva a paz, nos conserve a saúde e nos dê mais alegrias!
Cuide-se bastante!
Beijo, querida Maripaz!
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