La madre de Celia era una mujer muy alegre y divertida.
Amaba la vida con pasión.
Le gustaba mucho el cine, y le solía cantar las canciones de las películas que había visto, que hablaban de amores prohibidos, no correspondidos, o el amor mismo en todas sus expresiones y, es que de si algo sabía su madre, era de saber amar.
Era una mujer buena, vital, fuerte, generosa.
Era muy limpia y tenía la casa como los chorros del oro.
De vez en cuando le daba por hacer limpieza general. Comenzaba por la mañana temprano, y al volver del colegio a la hora de comer, seguía metida en su mundo de polvo y telarañas.
Al verla llegar y darse cuenta de que no tenía la comida hecha, improvisaba en pocos minutos un plato combinado que consistía en patatas fritas, huevos y salsa de tomate.
En sus ojos infantiles, las manos de su madre, entonces, eran como las de una maga. Aquel plato era su favorito y un auténtico majar para ella.
El sabor de aquel plato elemental, hecho con el cariño de su madre hacía ella, estaría ligado a sus recuerdos de infancia respecto a los sabores y olores gastronómicos.
Y recuerda, como estaba deseando, que su madre se enfrascara de nuevo otro día en el arte de la limpieza, para degustar una vez más exquisito plato.
Celia era la mayor de las chicas. Tenía un fuerte carácter que comenzaba a afianzarse con sus quince años.
Por eso, fueron muchas las veces que chocaban sus caracteres, ya que su madre se apoyaba en ella para las tareas de la casa y el cuidado de sus hermanas más pequeñas.
Su rebeldía juvenil se veía reflejada en pequeños gestos ante la autoridad materna.
Pero no conserva de aquellos encontronazos trauma alguno, ya que eran pequeñas anécdotas a la hora de ir adquiriendo su propia personalidad como ser humano único.
Su madre le enseñó a amar el cine, la música, el arte, la naturaleza, la vida...
Se quedó para siempre en su corazón, esa humanidad que desprendía su madre por los cuatro costados, y que le sirvió de ejemplo en su vida de adulta a lo largo de su vida.
Las grandes gestas y heroísmos se aprenden al calor del hogar en los primeros años de vida.
Y de ella aprendió a amar los libros y las letras. Cuando estaba interna en un colegio, las cartas de su madre le llegaban repletas de prosa poética contándole de manera muy bella los acontecimientos familiares.
Y ríe al recordar, cuando muy niña, que no quería asistir a la escuela. Quizá por el miedo a lo desconocido.
Una prima de su madre que vivió una temporada en su casa, era la encargada de cogerla en brazos y llevarla por todo el pueblo, a pesar de sus gritos y pataleos hasta la escuela.
Hasta que un día, un barrendero le preguntó con mucha ternura que era lo que le ocurría para llorar de esa manera.
Ella, con la voz entrecortada, le contó como pudo el porqué de su llanto.
Entonces, él le fue explicando muy despacio todo lo que iba a aprender allí y que seguro lo pasaría muy bien.
Desde aquel día, nunca más la tuvieron que llevar a rastras.
Iba caminando y saludando a su amigo el barrendero cuando se lo encontraba en su camino hacía la escuela.
Los primeros encuentros con la letras, a pesar de no querer nada con ellas, dieron su fruto años más tarde.
Los recuerdos vienen y van, pero de alguna manera siempre están presentes.
P.D. El resto de los capítulos los podéis leer en la barra lateral del blog donde pone: "Etiquetas"
15 comentarios:
Buff...no sé porque me han salido las letras más grandes y más pequeñas.
Estoy hecha un lío...
No te preocupes por el tamaño de las letras. Lo importante es el sentido que les has dado. La anécdota del barrendero es muy bonita.
Un abrazo.
Maripaz,
con una madre como la que nos compartes, la protagonista tuvo/ tiene que ser muy feliz.
Me gusta como describes el trascurso de la etapa de una vida. Esa en la que todo se pregunta, sin recibir en la mayoría una respuesta.
Un abrazo y feliz fin de semana.💚
El contenido es lo importante y lo que has escrito está muy bien, espero pronto otro capítulo.Besicos
Es la madre la que nos enseña a vivir y tú lo has descrito perfectamente.
Precioso texto, Maripaz.
Un beso.
Una historia repleta de ternura y de una realidad vivida . Un placer leerte.
Abrazos.
Hay mucho cariño en estas letras, seguiré al tanto. Gracias.
Te has animado con una novela?
Tiene dificultad pero parece que lo haces muy bien.
Te felicito.
Besos.
Que lindo escribes, mi mamá me inventaba historias cuando era pequeña para entretenerme mientras comía, me has hecho recordarla, gracias por la dulzura en tu escrito. Un abrazo
awesome story....
beautiful images.
Sigues siendo una extraordinaria relatista, Maripaz. Deberían publicarse y/o escenificarse, tus relatos en las escuelas de aprender algo y ahí, con ellos, con tus relatos, aprenderían muchas cosas que no están en los libros de texto.
Un abrazo fuerte.
PD: A mi, a veces, también me pasa el asunto del formato del texto. Hay fallos en el diseño por parte de Blogger y cuesta dominarlo.
El amor de mamá, era lo que más hacia deliciosos aquellos platillos al paladar de Celia.
Como es también una delicia regresar a esta hermosa historia, Maripaz.
Un cálido abrazo.
Que hermoso es leerte querida Maripaz!
Es un escrito como salido directamente del alma. Con mucho aliento, sobriedad y sencillez estilística, calmándonos y cargándonos de sensaciones y gratos recuerdos.
Muchísimas gracias, apreciada Maripaz, por todas estas sensaciones.
Fuerte abrazo.
Hola!!! eso que recién leo esta historia me quede alucinada, ya me voy a poner al día con los demás capítulos así voy entendiendo mejor la historia :D pero lo que leí me encanto. Felicitaciones <3
PD: Ame encontrar tu blog <3 así que tienes una nueva seguidora que te seguirá leyendo. Si gustas visitarme por mi espacio mi blog es https://plegariasenlanoche.blogspot.com/
Un beso enorme desde Plegarias en la Noche.
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