Era una mañana de Domingo soleada.
Desde mi ventana pude observar a unos vecinos, una familia joven con dos críos. Niño y niña.
Acostumbrada a vivir en un piso bajo, vivir en un tercero me parece estar cerca de las nubes.
Desde mi atalaya me siento poderosa mientras observo a la gente desde arriba.
Y no es que esté todo el día curioseando a través de los cristales. Simplemente lo más divertido o curioso que me ha ocurrido, ha sido mirando por casualidad.
El Otoño ha desnudado de hojas los árboles cercanos, pero aún así se veían bellos.
La inmensidad del cielo azul ponía la nota de color al precioso día.
Los niños vestidos de Domingo salían ilusionados de casa con los juguetes que les acababan de dejar los Reyes Magos.
La nena llevaba un carrito con su muñeco bien arropado dentro. A pesar del sol, el frío de la mañana se hacía notar.
Pizpireta ella, cruzaba orgullosa estrenando maternidad.
Vestida con un abriguito color rojo y peinada con un par de coletas, sonreía a su bebé mientras le decía cosas bonitas, que yo no llegaba a escuchar, por la distancia que me separaba de ella.
El niño llevaba un avión en su mano que podía manejar a distancia a través de un mando.
Le puso en su pequeña mano y apretó el mando.
El avión salió volando por encima de su cabeza a corta y baja distancia.
Como un ser mágico daba volteretas de acá para allá, mientras yo le observaba ensimismada desde arriba.
Era un espectáculo encantador.
El avión con su color amarillo y rojo parecía tener vida propia.
El crío se sentía poderoso viendo como le obedecía.
Y como el poder suele empoderar- valga la redundancia- a la persona que lo ejerce y hacerla temeraria, en un momento determinado apretó con enorme fuerza su dedo, y el avión salió volando lejos bordeando el árbol más cercano hasta posarse en su copa.
La cara del niño mudó de color, o eso me pareció a mi.
Su padre estaba abriendo la puerta del coche.
Su madre estaba metiendo en el capó el cochecito de la nena.
Ninguno de los dos se dieron cuenta de la "tragedia"
Tan solo yo, que tenía todo el tiempo del mundo en la mañana, y que estaba disfrutando de la escena infantil.
Cuando al escuchar el llanto del niño, sus padres acudieron a ver que le ocurría, se quedaron pasmados.
El padre levantó la mirada hacia el árbol tratando de ver donde había caído el juguete.
Imposible intentar rescatarle.
Se miró el reloj y le susurró algo a su pequeño mientras le animaba a subir al coche.
Pero el niño se negaba a dejar allí arriba su preciado tesoro.
Pasaron unos intensos minutos en los que la magia se había ido al traste.
El padre apretó la mano de su hijo con ternura y le susurró algo al oído que imaginé sería una promesa.
A duras penas logro hacerle subir al coche.
Pude ver su carita afligida mirar hacia arriba, mientras se perdían por la avenida cercana.
Más tarde salí a pasear.
Con curiosidad, me acerqué al árbol para ver de cerca aquel travieso avión que había querido ser libre y hacerle unas fotos.
Allí estaba tan flamante y dicharachero. Incluso creí verle sonreír.
¿Había querido huir de las manos de su dueño?
¿O simplemente había querido darle un susto?
Quizás quiso ser libre.
Han pasado los días y al asomarme de nuevo a la ventana, el avión ya no está en la copa del árbol.
Quiero creer que el papá del pequeño haciendo de héroe lo haya podido recuperar.
Pero eso daría para otra historia, y nos os puedo asegurar que haya sido así por no haberlo visto con mis propios ojos.
Pequeñas historias que observo y os cuento a través de mi atalaya.
21 comentarios:
Tiene sus ventajas, por lo que leo, vivir en un piso alto. Tu sentido de la observación nos ha regalado un bonito relato.
Abrazos.
El hecho de vivir en un tercero te ofrece entretenimientos. El hecho de que los cuentes tan bien, nos los ofrece a nosotros.
Tan sencillo como ameno.
Un abrazo.
Un momento recogido, un instante observado con poética mirada, y cuánta intensidad en la vivencia recogida. Sobrecoge esa ternura con que nos derramas palabras para contar un hecho aparentemente cotidiano...
Me encantó.
Un abrazo grande, grande.
Teo.
Que gusto leerte, Maripaz, y que suerte tenerte de observadora para que nos cuentes desde tu atalaya como pasa la vida.
Abrazo.
Hola Maripaz.. Me ha encantado la historia tan sutil y al tiempo tan sencilla que has contado, a veces las cosas cotidianas son las mas curiosas y tienen su fondo de tragedia, pero al mismo tiempo de ternura.. El otro día leí en el periódico que un equipo de los S.W.A.T. rescataron un avión de un inmenso árbol depredador, poniendo a salvo toda la tripulación, y devolviendo el aparato a su legitimo dueño, un nicho pamplonica, que hacia días que no dormía, y hoy sera feliz..
Un abrazo..
Nicho !NO!... NIÑO... jejeje. Abrazos.
Jajaja, Llorenc, me alegra saber la noticia. Me quedaba la duda sobre lo que habría ocurrido con el travieso avión.
Un abrazo querido amigo.
Tuvo que ser una terrible tragedia para ese niño tan ilusionado con su avión...espero qu esu padre lo haya recuperado.Besicos
Un misterio a resolver... Ese papá tan ocupado, me parece que no regresó por el avión. El avión sintiéndose libre, anda dando vueltas alrededor del mundo y como no necesita combustible... Espera. Acabo de verlo pasar desde mi ventana, ¡sí! es el mismo avión, jajaja.
Besos, preciosa observadora.
Maravilloso momento de magia entre vos y tus letras
Como ya te he dicho en muchas ocasiones, me encantas estas cotidianas y sencillas historias.
En cuanto al avión, yo creo que se subió al árbol queriendo. Nada más que el niño hizo con él las primeras piruetas, el piloto tuvo que pensar que iba a durar menos en manos de ese niño, que una tarta en la puerta de un colegio.
Un fuerte abrazo y que tengas un venturoso y próspero 2020. No he podido felicitarte antes por que llegaron mis hijos que trabajan fuera, a pasar estas fiestas con nosotros, y tu ya sabes como son estos días.
Testigo de la vida, contadora de historias...maravilloso relato, Maripaz. Yo creo que sí, que quería ser libre:)
Un besazo enorme
Me encanta esa manera que tienes de observar, de contar...que denota mucha empatía y gusto por los pequeños detalles de la vida, que son en realidad los que nos hacen más felices.
Una historia deliciosa y muy bien ilustrada, Maripaz. Con ese arte que tienes para encuadrar con belleza la cotidianidad que te rodea y que tú conviertes en magia.
Un abrazo,
Te fijas en todo y lo cuentas muy bien.
Besos.
Esperemos que el padre haya recuperado el avión
cuando regresó a casa. Ya te enterarás, supongo.
Muy tiernas tus observaciones de lo que pasa a tu alrededor.
Me alegro, Maripaz, de que te haya gustado mi relato
humorístico. A mi me gusta empezar el año con humor,
la verdad sea dicha, así que me gustó especialmente participar
en la propuesta de Dorotea.
Besos
Yo creo que no fue el padre el que rescató el avión, sino que lo hizo Melchor. Al verlo enganchado a la rama aquella noche que regresaba a Oriente, trepó al árbol, lo echó a su saca y acabó regalándolo a un niño del desierto porque allí no hay árboles donde se enganchen los aviones. Eso sí, al padre le costó 200 pavos reponer a su hijo el avión siniestrado y desaparecido...
Un beso, Maripaz.
Una historia narrada con una sencillez literaria que atrapa hasta el último segundo.
Enhorabuena
Un placer la visita
A lo mejor salió volando justo cuando no lo veía nadie y ahora vuela libre. ¿Quién sabe?
Besines utópicos.-
Lo has contado muy bien.
Bonita historia.
Un beso.
Una historia pelín triste pensando en el disgusto de hijo y padre pero tan deliciosamente contada que dejando volar mi imaginación... Creo que el avión fue rescatado por una bandada de gorriones que le enseñaron a volar (porque es evidente que no sabía todavía el pobre) Y en estos días de aire, está perfeccionando sus aterrizajes para dar una sorpresa al niño y volver con él en breve... Si sabes de él, nos lo cuentas ¿vale? ;)
Me encantan tus fotos que se prestan a soñar...
Un beso te soplo, Maripaz y una sonrisa :)
Hecho de menos esas cosas ahora que no tenemos esas vistas :( Pero menos mal que estás tú para contarnos las tuyas :D
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