Arde el asfalto.
El monte se quema.
Los corazones temerosos auguran un futuro incierto.
La gente alivia sue penas en playas y piscinas.
Algunos prefieren no ver los telediarios.
Esconden la cabeza bajo el ala hasta la llegada del fin de los tiempos.
¡Vamos a morir todos!
¿¡Esto es el infierno!
Escucho una y otra vez.
Mientras tanto, los políticos a lo suyo...
Luchas y peleas por el poder.
A río revuelto, ganancias de pescadores.
Aunque ya es difícil creer en sus engaños.
La gente protesta y abuchea a los que gobiernan y a los que no.
¡Fuera, fuera...!
No se libra nadie.
Gritos, descontento, pobreza...
Ya no se conforman con migajas.
Muertos, abrasados por las voraces llamas.
Culpas y más culpas.
La realidad es tan cruel, que es casi imposible evadirse de ella.
Aún así, la gente se aferra a la vida, intentando llenar la el carro de la compra como buenamente puede.
Supervivencia pura y dura.
Y al mismo tiempo, intentamos tomarnos un respiro, unas vacaciones, aunque sean más cortitas, con menos caprichos.
¡Esto se nos va de las manos!
Este invierno no vamos a poder poner la calefacción.
No llego a fin de mes.
No puedo poner el aíre acondicionado por el alto precio de la electricidad!
¡Ah, nuestros padres y abuelos...!
Ellos, ellos, si que lo pasaron mal...
Voces que escucho en mi andar pregrino.
Como siempre, a unos les va mejor que a otros.
Simpre ha habido diferencias.
Y las seguirá habiendo.
Quejas, gritos, descontento...
Y un calor que derrite las ideas.
¡Por Dios, que venga la lluvia!
Que limpie, que empape, que cauterice y sane heridas.
P.D. Esto lo escribí el 21 de Julio de 2022. Facebook me lo ha recordado.
Bien podía ser la actualidad.
Como me han abandonado las letras y apenas entro en los blogs amigos, suelo tirar de relatos ya publicados.
Estoy veraneando en Guardo.
Lugar maravilloso para pasar el verano. Fresquito, a orilla del Carrión.
¡Feliz Verano!