Luce un sol que acaricia el alma.
Terminadas las fiestas navideñas todo ha vuelto a la normalidad.
Las terrazas se llenan de gente que charlan animadamente de sus cosas.
Todavía se escucha ese: ¡Feliz Año! como deseo a aquellos que amamos.
Algún crío muy pequeño se deja columpiar por sus abuelos en el parque cercano. Tiene unos bonitos ojos muy expresivos que trasmiten su felicidad cuando se cruzan con los de ellos.
Retazos de amor en la infancia que se quedará prendido en su corazón infantil.
Dos amigas hablan en la fila de la caja del supermercado. Quedan para ir a la tarde a Pamplona a las rebajas.
-¿A qué hora te viene bien?
-¿Igual duermes la siesta?
-No, no duermo la siesta.
-Vale. ¿Te parece bien a las cuatro y media?
-Estupendo.
Escucho un tintineo de tacones cerca.
Una muchacha subida en unas enormes plataformas desafía la gravedad. Con gran soltura y pericia camina bebiéndose la mañana desde su atalaya.
En la mesa de al lado dos chicas jóvenes intercambian opiniones.
Están tan pegadas a mi que no puedo evitar escucharles, aunque no ponga mucha intención.
Pero noto una enorme complicidad entre ellas. Se cuentan sus cuitas, sobre el amor, la vida, la moda, la comida, los gustos, las aficiones...
A pesar de la diferencia de edad, coincido con ellas en muchas cosas.
En la otra mesa cercana, gente de más edad, hablan de la vulgaridad que campa a sus anchas por televisiones, calles y plazas. Incluso en los medios de comunicación.
Ya no hay respeto, cuanto más ordinaria, más chabacana, es la gente, mayor aceptación, más aplausos, mayor éxito.
No sé si es que me estoy haciendo mayor (comenta una de ellas)
Este mundo se va al traste, aseguran, como quien cree poseer la verdad absoluta y el remedio para la salvación de la humanidad.
Yo, sonrío para mis adentros.
Un grupo de mujeres se deja besar por los rayos del sol. Llevan largo rato de conversación intentando arreglar el mundo.
De repente, miran el reloj y comienzan a enumerar lo que cada una tiene de comer.
- Yo, unas judías verdes en la olla exprés que se hacen en un momento.
-Yo, unos filetes a la plancha y ensalada.
-Yo, unos tallarines.
-Todo de última hora y sin complicaciones (grita una de ellas riendo a carcajadas)
Ha cambiado el rol, de mujer atada a los pucheros, sin tener opción de liberarse de esa rutina agotadora.
Ahora se toman una cerveza, un vino, y charlan sin prisa alguna apurando la hora de llegar a casa.
Son gente de edad. Quizá ya sus hijos hayan volado del nido.
Aunque lo tienen difícil...
Un hombre pasa con los auriculares en sus oídos y un perro que le acompaña.
-¡Manolo!
-No oye, no escucha...
-¡Pero si lleva los auriculares puestos!.
Manolo se aleja calle abajo sumergido en su propio mundo.
La vida está en la calle, por eso yo salgo a vivirla.
5 comentarios:
La vuelta a la normalidad es una delicia. Da gusto lo cotidiano. Y da gusto, tu escrito, te felicito.
Saludos.
magnifica puesta en escena de la vuelta a la normalidad, después de unos días que nos aparta de ella, ciclos de la vida misma. Tradiciones queridas, tan nuestras y en cada casa tienen un significado, pero mayoritariamente tiene un algo común: la familia.
Es un gustazo leerte.
Un abrazo.
Eres una gran observadora de todo aquello que pasa por la calle y como nos dices en ocasiones no hace falta poner el oído atento.
Mira hoy mismo dando el paseo frente a mi subían dos adolescentes lo primero entendí la palabra "regla", lo que pensé que se trataba de comentarios sobre las molestias de lo que supongo ser sus primeras menstruaciones.
Saludos.
Ganas de normalidad. La vida, una gran aventura. Gracias, Maripaz por tu relato, lo vamos viendo mientras leemos. Besos y un gran abrazo, amiga
Y contigo, que bordas las historias, un deleite echar ese vistazo desde tu percepción.
Un abrazo grande.
Publicar un comentario