18 de octubre de 2015

RAICES


Aquel día se sentó a la orilla del río con su pies descalzos no sin antes haber pisado la hierba sintiendo su humedad entre los dedos.  El susurro del viento la llamaba, mientras la tarde se alejaba pletórica de belleza.
  Amaba el río y la tierra y necesitaba tomar conciencia de sus propias raíces.
Era como un ritual que solía hacer con frecuencia sobre todo con la llegada del buen tiempo.
Necesitaba sentirse viva y escuchar palpitar las entrañas de la tierra, pudiendo pasar largos ratos abstraída en sus propios pensamientos, o dejándose llevar sin más, mientras el sol le besaba la cara sin ningún recato.



Aquel río estaba ligado a su historia y de alguna manera siempre volvía a su ribera cuando necesitaba reencontrarse con ella misma.
El agua purificadora se le antojaba que era capaz de limpiar todo lo malo de su pasado y hasta que no la palpaba con sus pies y manos, no se sentía redimida.


Alimentaba sus raíces con la constancia del regreso.
 Le gustaba abrazarse a los chopos cuando llegaba el otoño y se vestían de amarillo, porque desde siempre había tenido una enorme complicidad con ellos . Eran viejos compañeros que guardaban sus secretos con la altivez señorial de su presencia.


Pensaba, que los recuerdos se quedan prendidos por los caminos que recorremos y que siempre podemos recuperar cuando volvemos a ellos.
Bien es verdad que le gustaba sentirse ciudadana del mundo, pero sentía muy adentro que hay que conservar las raíces porque el desarraigo te hace vulnerable.


De vez en cuando se perdía por los viejos barrios del pueblo intentando rescatar historias de pequeños heroísmos, de amores apasionados, de misterios por descubrir...
La esencia de un pueblo esta en sus gentes y sus vivencias.
Y era en los barrios donde encontraba la magia escondida de los seres humanos, con los que acababa teniendo una conversación confidencial, sabiendo que la riqueza esta en la comunicación y era de vital importancia no tener ninguna prisa.


Tan solo se empañaba su ilusión, cuando de año en año se enteraba de la marcha de alguno de aquellos ancianos que le habían contado sus cuitas.
Una enorme pena se adueñaba de ella, al ver esas casas vacías con las malas hierbas en el jardín y las manzanas de la cosecha sin recoger. Casas muertas llenas de recuerdos .


Siempre llevara con ella las calles, los paisajes, los recuerdos de sus raíces, porque de alguna manera ya forman parte de ella.




9 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Maripaz, qué fotos… Me quedo con las de los árboles multicolores. El otoño es la época más bonita de la naturaleza, está claro.
El texto está lleno de esa sensibilidad tan tuya. Te define en tus raíces y en tus apegos. Ánimo con la pena por los que se han ido; esto es la vida, un continuo celebrar y despedir.
Miles de besos.

Sara O. Durán dijo...

Es un relato que nos llena de sensaciones y un sentido de amor por los sitios donde de han vivido grandes momentos.
Un fuerte abrazo.

TORO SALVAJE dijo...

Si.
No hay que olvidar las raíces.
Yo no las quise olvidar pero es que poco a poco se van muriendo.

Besos.

miniaturista dijo...

Guardar los buenos recuerdos y agradecer haber tenido la suerte de conocer a esas maravillosas personas que compartimos momentos de nuestra vida más o menos largos y llegó la hora que tuvimos que despedir.
Los momentos menos buenos dejarlos ir.....
Un abrazo fuerte fuerte
Maite

miniaturista dijo...

Guardar los buenos recuerdos y agradecer haber tenido la suerte de conocer a esas maravillosas personas que compartimos momentos de nuestra vida más o menos largos y llegó la hora que tuvimos que despedir.
Los momentos menos buenos dejarlos ir.....
Un abrazo fuerte fuerte
Maite

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Los hombres somos lo que somos por cosas, circunstancias y sobre todo por las vivencias y recuerdos. Una delicia, Maripaz

MoniRevuelta dijo...

Es una delicia leerte Maripaz.

Y esos colores que pintas tan bien no sólo con la cámara, sino con la palabra....me quedo con el río y los rojos, ocres y verdes a su vera.

Todos echamos raíces en algún rincón del alma, donde no entra casi nadie, o nadie más que una. El amor, sobre todo, las nutre y hace fuertes. Pase lo que pase fuera, ellas nos anclan allí dónde siempre seremos libres, dónde pertenecemos.

Un beso:)




alp dijo...

Entre tú y yo...me encantan las fotos con pies..jejejej..un besazo desde Murcia.....

PEPE LASALA dijo...

Me parece precioso todo Maripaz, desde el escrito hasta las fotos. Es un conjunto que envuelve. Me ha encantado. Un fuerte abrazo y buen fin de semana @Pepe_Lasala