24 de febrero de 2023

HERIDAS

 


Este pequeño guerrero venía de librar una y mil batallas de su recién estrenada vida a última hora de la tarde.

Llevaba impresas las heridas de guerra en sus pequeñas rodillas.
Quizá eran las primeras.
Lucían como condecoraciones por haber luchado.
Un pequeño campeón, que no me cabe duda, habrá soltado unas lágrimas cuando se haya ido de bruces al suelo.
Cuando yo me lo encontré sonreía feliz y ni se acordaba del percance.
Sentado en su sillita y bebiendo agua de su botella, regresaba a casa custodiado por su papá y su abuela.
Tenía la mirada tan clara, que la tarde se inundó de una luz especial.
Era la luz de la inocencia que con toda su belleza me había salido al encuentro. 
Fue un instante sublime que me produjo una sensación maravillosa.
Le vi alejarse, feliz, con su piel magullada y dispuesto a vivir mañana un nuevo día igual de intenso que de hoy.
Es la vida misma...
Comienza a vivir y le faltan ojos para mirar.
Necesita experimentar por él mismo los colores, los olores, los sabores...
No importan los tropezones, las caídas, el llanto...
Mañana correrá de nuevo detrás de una paloma con pasos vacilantes, saltará de felicidad ante la llegada de su madre, se soltará de la mano de su abuela, o de su padre, y querrá caminar solo hasta que tropiece de nuevo.
Los brazos de su mamá, su papá, su abuela, le acunarán mientras le cantan una nana.
Es el aprendizaje necesario antes de enfrentarse a la vida.
Con el paso de los años, conservará alguna cicatriz que le devolverá a la infancia, y quizá le parezcan minúsculas si las compara con las de su vida de adulto.
Bendita infancia.

12 comentarios:

Enrique TF dijo...

Dices bien ¡¡¡bendita infancia!!!
Dicen que la belleza solo la ve quien sabe verla y tú sí sabes verla.
Un abrazo.

Mari Carmen dijo...


¿Cómo me acuerdo de mis hijos cuando eran pequeños!
Las rodillas, codos y narices era raro verlas sin postillitas...
Precioso y tierno relato, me gusta.
Un abrazo.

Mónica dijo...

Estimada Maripaz.
Muy emotivo tu relato. Un principio y un después al igual que el ciclo de la vida. Preciosa realidad.
Un fuerte abrazo, guapa.
Buen fin de semana
Mónica

Macondo dijo...

Con esas piernazas que tiene, más bien pienso que será de esos niños que se caen y no lloran. En cualquier caso, bendita inocencia y bendita infancia.
Un abrazo.

CHARO dijo...

Esas cicatrices de infancia son cómo "medallas de guerra" que de pequeña se presume de ellas y ya de mayor recuerdan las locuras de nuestra infancia...doy fe de ello porque tengo una muy visible.Besicos

diego dijo...

Para mí, un niño sin "raspaduras" es un niño que no disfruta plenamente de la vida. Un beso, Maripaz.

Manuel dijo...

Tierno y emotivo relato el que has creado a raíz de las heridas de guerra de este joven y bien alimentado héroe.
Ya me gustaría a mi el volver a luchar en esas batallas, aunque volviera con chichones en la cabeza, como me ocurrió en otras, y que mi madre me curara con una perra gorda sobre el chichón, apretado con un pañuelo...
¡Que tiempos aquellos!
Un fuerte abrazo, amiga Maripaz, y como siempre, un placer leerte.

Rud dijo...

Hola, Maripaz, ¡qué dulce!
Has escrito con amor, ilusión, con ternura; qué bonito todo, me alegra muchísimo por ti.
El pequeño se prepara para la vida que tiene por delante, nosotras visualizamos que poco a poco la vitalidad merma; así es la vida.
Un fuerte abrazo

TORO SALVAJE dijo...

Qué bien lo has descrito.
Bendita infancia.
Que la disfrute mucho.

Besos.

Lu dijo...

¡Qué relato más encantador Maripaz querida!
Muy bien lo dices: "es el aprendizaje necesario para enfrentarse a la vida"
Y, claro que sí, ¡bendita infancia!
Un placer, como siempre, venir a visitarte.

Fuerte abrazo
¡Buena semana!

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Feliz desse pequeno guerreiro que se arrisca fazer
alguma arte na proporção de sua idade, pode esfolar
alguma parte de seu corpo, derramar algumas lágrimas,
mas logo sentirá o carinho dos pais e da avó, que o
fará sorrir novamente.
Tempo feliz esse, dessa sua bela crônica, amiga Maripaz.
Aplausos.
Um excelente fim de semana.
Meu abraço!

Sara O. Durán dijo...

De grande recordará más los cuidados amorosos que las heridas en sus rodillas.
Besitos de anís.