30 de marzo de 2021

CECILIA

 


Cecilia vivía en una casa con la puerta y el balcón pintado de verde, como queriendo con aquel color robarle a la vida un poco de esperanza.

Era una mujer de carácter aparentemente huraño, que apenas se relacionaba con nadie, escondiendo entre las paredes de su vieja casa su capacidad de amar y su valor como ser humano.

Tenía el pelo negro y los ojos del mismo color. Su figura menuda, ataviada con una bata oscura y, un enorme delantal, le hacían aparentar más años de los que tenía.

Su mirada escondía una ternura especial si se la sabía mirar con interés. 

Sus huesudas manos, hábiles para los trabajos caseros, aunque un poco ajadas, eran bonitas.

Vivía con Pascual, su marido y Andrea, su hija. Era con los únicos que solía hablar.

Sus vecinos, sin apenas conocerla, juzgaban que era un ser distinto a los demás, por aquello de ser diferente a ellos.

Tenía un halo misterioso y no lograban descubrir cual era el secreto que guardaba en su interior.

En su afán de ignorarla, la habían marginado sin darle una oportunidad. 

Desconocían su pasado, su historia personal, de donde venía...

Aparentemente era igual a ellos en lo externo, pero algo albergaba en su interior que le daba un aíre muy particular.

O quizá la imaginación de los lugareños daba pie a inventarse historias extrañas, sin percibir que todo era más simple.

Había aparecido en el pueblo un atardecer de Primavera, cuando el buen tiempo saca a los vecinos de sus casas, y se forman corrillos y charlas de unos y otros.

Desde el primer instante, sintió el rechazo de todos los del pueblo.

Era una comunidad cerrada, anclada en sus costumbres y rutinas, sin apenas haber evolucionado, dominada por sus instintos más primarios.

No estaban dispuestos a que nadie enturbiara la paz de aquel lugar.

Ella, poco a poco se fue metiendo dentro de sí y bajaba la mirada al escuchar cuchicheos a su paso.

Aún así,  desprendía una dignidad que no pasaba desapercibida para nadie.

El desconocido, el diferente, el que sobresale, suele verse como peligroso para el grupo. Es mejor evitarlo, ignorarlo, hacerlo desaparecer.

Así se logra una paz aparente y todos se refugian en ella a pesar de su ceguera.

Pero un día, llegó al pueblo, una niña morena de pelo liso y ojos muy vivos, con cara pícara y bondadosa a la vez.

Venía a quedarse por un tiempo con su familia.

Con el asombro de los niños ante lo desconocido, recorrió las callejas observándolo todo con enorme curiosidad.

Fue así como se encontró con la mirada escudriñadora de Cecilia.

Carmen, que así se llamaba la pequeña, le sostuvo la mirada desafiándola. 

Fueron unos instantes un poco tensos, hasta que la niña sonrió a Cecilia, que le correspondió con otra sonrisa.

Entonces comprendieron que sus almas se esperaban desde siempre.

Carmen, se alejó despacio, calle abajo, con un latido alegre en su corazón, bajo la atenta mirada de Cecilia.

Desde aquel fugaz encuentro, se vieron muchas veces.

Solían comunicarse con pocas palabras. No necesitaban hacerlo, debido a su perfecta compenetración de deseos y anhelos.

A veces, los silencios están llenos de hermosas palabras que acunan el corazón.

La casa de Cecilia era sombría, el suelo de barro y las paredes oscuras del humo de la chimenea, la hacían muy poco atractiva.

Pero un día la invitó a pasar dentro, ofreciéndole lo que los seres humanos ofrecen a sus amigos. Lo que tienen.

La mirada de la niña se fue fijando en cada rincón, grabando para siempre en sus pupilas aquel lugar de su niñez donde aprendió el valor de la amistad.

Solo la imaginación y la fantasía, son capaces de elevarnos del suelo y percibir lo bello y lo bueno.

Con el paso de los años se alejó de aquel lugar llevándose sus recuerdos.

Cuentan, que Cecilia murió, porque su hígado estaba muy enfermo de compartir con Pascual aquel vino de la tierra que les había puesto contentos a lo largo de su vida.

A los pocos meses, Pascual no salía a trabajar cada mañana.

Al preguntarle los vecinos y curiosos, respondía que no tendría que hacerlo más. 

Había encontrado en un viejo colchón una gran suma de dinero.

P.D. Este relato está basado en hechos reales, aunque la casa no tiene nada que ver con la historia.

Me lo contó una amiga una tarde de invierno al calor de su hogar. Ella lo vivió como una aventura preciosa en su inocencia infantil. 

Han pasado los años y lo recuerda con nitidez.

El relato lo escribí hace tiempo, pero como era al principio del blog, quedaba un poco pobre.

Mi escritura desde entonces ha evolucionado un poquito y me dispongo a corregir mis antiguos relatos.

14 comentarios:

Macondo dijo...

No lo leí cuando lo publicaste la primera vez, pero ahora te ha quedado muy bien. Es una historia interesante y muy bien contada.

Ikana dijo...

Ostras, que fuerte xD Mola que estés rescatando cosicas :D

CHARO dijo...

Me ha dado pena la pobre Cecilia que falleció sin poder disfrutar de ese dinero descubierto por su marido.Besicos

Teo Revilla Bravo dijo...

Gracias por esta Versión del relato, tan bien urdido como algo triste ante la muerte, que seguro supera con creces al primero pues todos nos percatamos con el paso del tiempo que nuestras percepciones mejoran, así como nuestras maneras literarias.
Muchísimas gracias, siempre es agradable leerte, Maripaz.
Un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Pues te ha quedado perfecto, triste pero muy bien contado.
Haces muy bien, no te guardes nada en el colchón, compártelo.
Un saludo.

Tais Luso de Carvalho dijo...

Olá, Maripáz, uma história muito bem contada, e nos leva com muita curiosidade até o final!
Pobre Cecília, mas as pessoas são felizes como são, como gostam. E sem importarem-se com os outros, se estão aceitando ou não a maneira dos outros.
Gosto muito de ler suas postagens!
Uma feliz Páscoa para você!
Beijinho

Tanza Erlambang dijo...

well written story... love read it.

Have a great day

TORO SALVAJE dijo...

Escribes muy bien.
A veces me dan ganas de retocar algunos poemas pero creo que el poema corresponde a quién era yo cuando lo escribí.
Evolucionamos constantemente y cosas que hemos escrito hace años las miramos de forma diferente.
Yo he decidido dejarlos como fueron escritos.

Besos.

diego dijo...

Está bien eso de releer viejos relatos y corregirlos o ampliarlos. Creo que todos lo hemos hecho, aunque en algún momento hay que darlos por definitivos. La puerta abierta que se me queda al leer el tuyo (en todo buen relato breve debe quedar siempre una puerta abierta) es saber (imaginar) qué fue de esa niña Carmen que alegró las amarguras de Cecilia. Un abrazo, Maripaz.

Enrique TF dijo...

Me gusta el relato antes que la poesía, pero es que, además, tus relatos son, siempre, especiales. Tienen algo de misterio, intriga, sabiduría, experiencia y un punto de veracidad que anima a leerte hasta el final y siempre, casi siempre, en busca de algo más. Magnífico.
Un abrazo, Maripaz.

El tejón dijo...

Un bello relato, un homenaje a todas las Cecilias que habitaron y habitan nuestros pueblos.
Un abrazo.

Ernesto. dijo...

Un relato de interés y muy bien construido.

Abrazos Maripaz.

Rud dijo...

Apreciada Maripaz
Me ha encantado el relato, la manera tan amena como lo has presentado.
Conozco muchos casos en los cuales las personas que se trasladan, por diversos motivos, a otro que no sea su lugar de origen; los lugareños se muestran muy intranquilos y se forman ideas erróneas que nada tengan que ver con la realidad.
Muchas mujeres evitan el roce social para evitar una paliza o disgusto con su pareja. Lo más probable es que no se trate de alguien huraño.
Respecto del final, es muy posible que la señora haya sido muy ahorradora.
Ha sido un gusto leerte.
Un fuerte abrazo

Luz dijo...

Maripaz escribes tan bien siempre; completo, recorres escenas, lugares y personajes con todas las emociones y las haces vivir para los que te leen.
Muy buena idea intercalar con escritos que se han ido quedando atrás y así también tú revives aquel instante al rescatarlo.
Un abrazo