Era a última hora de la tarde, cuando escuchó un golpe en la puerta de la calle.
- ¿Quien es? preguntó.
-Soy yo, la vecina.
María acaba de llegar de la calle y lucha por quitarse los zapatos en el pasillo. Es una mujer de edad avanzada llena de prejuicios y miedos. No hace mucho llegó del pueblo a vivir a la capital. Recelosa, abre un poquito la puerta. Ya sus hijos le han advertido seriamente no abra a cualquiera que llame.
Sus ojos se cruzan con los de Alena, una joven madre rusa con la que apenas ha cruzado algún saludo por la escalera.
-Hola, hace mucho que no te veo, le dice Alena, sonriente.
-Hola, es verdad. Veo más a tus hijos cuando regresan del colegio y también me los cruzo por el barrio, contesta, Maria.
Pero enseguida se da cuenta de que aquella conversación con meros formulismos no es la causa de la llamada de su vecina.
Alena, se acerca un poquito más a ella, y como en un susurro le dice bajito: "¡Tengo un problema!"
La cara de Maria adquiere un gesto de intriga y casi da un respingo cerrando la puerta de golpe.
Le han inculcado un temor al "diferente" desde su más tierna infancia y lo más práctico es huir.
Es una mujer buena, honrada, que provine de un pueblo de Toledo. Se quedó viuda hace unos cuantos años y desde entonces sus miedos se han acentuado.
Pero puede en ella una humanidad que le caracteriza desde siempre. Es bondadosa por naturaleza.
Sus ojos claros se posan con suavidad en los de su vecina poniendo atención en lo que le cuenta.
-Mira, hasta el día treinta no me pagan la nómina y necesito que me prestes un poco de dinero para poder terminar el mes y comprar cosas básicas de alimentación, le dice Alena bajando la mirada avergonzada.
Maria, abre la puerta de par en par a la vez que su corazón.
Entre estas dos mujeres tan distintas se crea una corriente de complicidad femenina. El matriarcado toma cuerpo y se une en el amor más puro y desinteresado.
Alena, abraza a Maria con todas las fuerzas de su corazón. Ha apurado todas las ayudas sociales y no sabía donde acudir.
Después, recoge el dinero que Maria pone en sus manos, compartiendo con ella su mísera pensión.
Un poco de los miedos de Maria, se han esfumado al calor de la amistad.
16 comentarios:
Hola Maripaz.. No quedan muchas personas como María, es la historia de la vida, los que menos pueden, los más humildes son los más humanos.
Alena se sentirá feliz y protegida por su vecina y amiga, esperemos que aprenda la lección de humanidad que le ha ofrecido su amiga Maria, y que mejore su solución..
Un abrazo...
Un corazón grande con un pequeño bolsillo que todavía puede compartir.
Un abrazo.
Espero que no lo tome por costumbre. Un beso
Toca la fibra el relato, tan real como la vida misma. Me recuerda la buena vecindad de antaño, cuando no había prejuicios y bastaba con cruzar la calleja para verse asistido en la necesidad por el vecino, la vecina, todo se compartía y se devolvía religiosamente lo prestado.
Gracias, Maripaz.
Un abrazo.
La gente buena lo es por encima de sus miedos y consejos recibidos. No siempre recibo bondad a cambio, pero eso es otra cosa.
Besos.
Qué bella fotografía, Maripaz y qué sensible escrito. De esos que son necesarios leer porque muestran caminos de bondad y generosidad. Excelente.
UN abrazo y buen comienzo de semana.
La fotografía es preciosa y el relato un canto de esperanza.
Besos, Maripaz.
Qué bien que todavía quede gente así.
:)
Besos.
Que humanidad, cuánta, mejor dicho, se ha perdido, la hemos dejado escapar. Y con ella, a parte de nosotros mismos. Una parte imprescindible, y difícil de recuperar si la destierras.
Bellísimo relato, Maripaz, me ha encantado y emocionado. Y la foto es maravillosa...
Un besazo, y otro a Leti
Que hermosa y conmovedora historia, Maripaz. Y la cuentas con tanto estilo y sensibilidad que me has dejado atrapada entre esas dos mujeres, pendiente de la reacción de Maria...Hasta que se abrazan...
...Y en ese abrazo se funden los miedos inducidos al diferente y la vergüenza de tener que pedir para sobrevivir, solo son dos mujeres que saben qué significa luchar por los que más quieres. El recelo se convierten en dignidad y humanidad.
Un abrazo,
eres todo un ángel cuando escribes y tus letras se meten dentro mío abrazos y buen diciembre para vos
Preciosa historia, sí... Mientras existan personas como María (que las hay y más de lo que se cree aunque desgraciadamente no salgan a la luz tanto como otras), las personas desplazadas y con problemas (de dinero a veces y más aún de comunicación y de calor humano) vivirán más felices.
Yo, siempre le estaré agradecida a mi vecina y ahora amiga Pili que me ayudó tanto cuando llegué aquí, sin apenas conocer el idioma y bastante perdidita en tantos aspectos.
Gracias por cómo lo cuentas. Me has emocionado.
Un abrazo grande. :))
Olá, Maripaz, gostei muito desse teu conto, que tem por personagem essas duas mulheres que no final da narrativa ficam unidas pela generosidade, fiquei a imaginar as dificuldades dessa vizinha que se mudou para a capital, onde deve ter ficado deslocada como sempre acontece, e, se apegou a quem se dispôs a dar-lhe a mão.
Parabéns pelo belo cono.
um bom final de semana
beijo
Pedro
Un relato entrañable, y una descripción de los hechos, gestos y decisiones muy natural.
Ambas protagonistas tienen su papel... Que no necesariamente ha de ser siempre, en otras personas y circunstancias, el mismo.
Será neceario ese "pedir", "escuchar", y sentir al unísono para que la respuesta sea la misma.
Gran sensibilidad demuestras en esta exposición.
Abrazos Maripaz.
Un precioso relato, narrado con esa sensibilidad, que pones en todo lo que escribes, y que a mi me llega al corazón. Y ojala hubiera muchas Marías porque, así, el mundo iría mejor.
Un fuerte abrazo, querida amiga.
Una historia conmovedora y una imagen preciosa, que mas se puede pedir....saludos y desearte un prospero año 2019 para ti y los tuyos.
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