22 de noviembre de 2011

LA FIESTA


Se despertó con un beso del sol en su frente. Hacia días que soñaba despierta en el patio de la escuela, en la calle, en su casa...se acercaban las fiestas del pueblo y la ilusión le embargaba de una manera muy particular.
Extrovertida y curiosa, se atrevía a bucear en sus pocos años de vida con tremenda madurez.Le gustaba con sus grandes ojos oscuros, observar lo que acontecía a su alrededor y hacerlo suyo, como temiendo perderse la belleza que se esconde en los instantes más intrascendentes de la vida.

Aquella mañana su alegría era mas comunicativa que nunca, Casi sin desperezarse se acercó a la cama donde plácidamente dormía su hermano dos años menor que ella y le besó. Después destapó la manta que le cubría y le invitó a levantarse mientras le hacia cosquillas en los pies.Había aprendido de su padre esta costumbre cuando por las mañanas se acercaba a su cama para despertarla. La risa cantarina de su padre la llevaba en el fondo del alma guardándola como el mas valioso de los tesoros. Era para ella como el salvoconducto para vivir con optimismo a pesar de los pesares.

Una vez en la cocina, su madre les ofreció a los dos un tazón de leche humeante con Cola Cao y galletas, y enseguida ese olor a chocolate le invadió por dentro. Siempre se había imaginado historias del color del chocolate donde sus protagonistas eran dulces y valientes muñecos que le hacían soñar.

Después con su innata impaciencia apremiaba a su madre para que le pusiera el vestido nuevo y los lazos de colores en su pelo comprados para la ocasión. Dando saltos por el pasillo se acercó al armario donde se guardaban desde hacia semanas los zapatos nuevos y los cogió gritando de alegría.

Le gustaba que su madre le peinara suavemente, y cuando por descuido, o por que su rebelde pelo se resistía, notaba los tirones y ponía el grito en el cielo haciendo miles de aspavientos llamando la atención de su vecina Pepita que sonreía divertida observándola.

Cuando por fin estuvieron listos, se acercaron presurosos a la iglesia para escuchar la Misa Mayor que era cantada con toda solemnidad por ser el día grande.
Después, unos y otros se reunieron con familiares y amigos comentado las incidencias de la jornada.

Había que haber visto su cara cuando su padre le dijo que le iba a llevar a montarse en los "caballitos" antes de comer.
Como por arte de magia cada año aparecían en el rincón de la plaza, los cochecitos, las barcas, las cadenas...
Allí, el tiempo se paraba con un murmullo de eternidad, Era como si la felicidad de la vida se hubiera acumulado en aquel espacio. Los niños subían y bajaban, saltaban y corrían. Los mas atrevidos se montaban en unas sillas colgadas de unas cadenas que daban vueltas en el aire y que parecía que volabas. Otros agarraban fuertemente sus manos a la barra por donde estaban sujetos para no caerse, mientras se balanceaban en aquellas barcas que surcaban mares imaginarios.
Lo que mas le gustaba a ella eran aquellos caballitos que daban vueltas y vueltas sin cansarse y le llevaban al país de la ilusión donde viven las hadas y las princesas

Después de unos días de auténtico frenesí, el pueblo volvía a su rutina de siempre, a las clases, al estudio, a la vida diaria.
Pero siempre cabía la esperanza de las fiestas del año próximo.