11 de diciembre de 2011

LAS CALABAZAS


Hacia unos meses que se temía lo peor. Se acercaban los exámenes de final de curso y no se encontraba suficientemente preparada para ellos. Es verdad que había desperdiciado el tiempo en numerosas ocasiones, sobre todo desde que conoció a Alberto, el niño mas guapo de su clase.
Desde el primer momento se sintió atraída por él. Además se sentaban juntos, uno al lado del otro haciendo que su complicidad fuera en aumento día a día.
Una vez fue un leve roce de su mano al prestarle un lapicero, otro día, al agacharse para recoger un folio del suelo sus miradas se cruzaron por debajo de la mesa y fue como si hubieran descubierto una nueva galaxia de esas que habían soñado tantas veces en el cine.
Paola, venció su timidez y abordó a Alberto a la salida de clase.
-¿Oye, quieres ser mi novio?
Alberto, aturdido por la pregunta inesperada de su amiga, cogió sus manos entre las suyas y las besó.
En silencio se alejaron aquella tarde y muchas otras tardes, con su amor recién estrenado.

Había imaginado muchas veces que quizá Alberto le podía "dar calabazas" un término que solía escuchar infinidad de veces cuando las vecinas cotilleaban por las esquinas al verles llegar cogidos de la mano. Ella, no podía imaginar por nada del mundo que aquel niño de ojos color de miel y flequillo rebelde, le fuera a dar un no por respuesta. Había visto el amor en su expresión cautivadora.

Las calabazas había estudiado un día en clase, eran de la familia de las cucurbitáceas, y que había suficiente evidencia arqueológica para considerar que comenzaron a cultivarse por primera vez de manera sistemática en Puebla y el Estado de Mexico.
Como algo peculiar, tenían gran cantidad de vitamina A beneficiosa para la vista. Además contenían, potasio,hierro,cobalto, boro,zinc, calcio...el noventa por ciento es agua por lo que es muy diurética, depurativa y digestiva. Como colofon sus semillas se utilizaban para la inflamación de la próstata.
No cambió ni un ápice su simpatía hacia ellas después de enterarse de sus innumerables beneficios. Sobre todo porque temía llevarse para casa una buena colección.


Las calabazas eran para ella como un enemigo en la sombra, siempre acechando, esperando cualquier pequeño relajamiento para hacer acto de presencia. Había noches que soñaba como miles de calabazas bailaban sonrientes a su alrededor. Con gran destreza la maniataban y se burlaban de ella entonando canciones de derrota. Se despertaba sudorosa y temblando y se proponía una y mil veces esforzarse para que de una vez por todas, desapareciesen de su vida para siempre.

Después de muchos, muchos años...cuando la ancianidad ha llamado a su puerta, las fieles calabazas le acompañan. Ahora en forma de purés por aquello de sus valiosas propiedades.

P.D. Estas fotografias las hice en el restaurante JAY el otro día que estuve comiendo allí. Le dedico esta pequeña historia a su dueña, Suser.