9 de diciembre de 2012

KATIA


Anochecía, y presurosa me dirigía al supermercado más próximo antes de que lo cerraran. Tan absorta estaba en mis pensamientos que apenas pude escuchar una vocecilla que salía del contenedor cercano.
Así de repente, sin esperarlo me encontré con Katia.
Una vez repuesta de mi sorpresa, me acerqué curiosa para ver de cerca aquel personaje que reclamaba mi atención al pasar por allí.


_
Hola, me llamo Katia.
-Eres muy guapa. ( le dije bajito para no llamar la atención de los demás transeúntes)
Ella me miró con sus preciosos ojos azules y tímidamente sonrió.
- Sabes, me acaban de poner de patitas en la calle. He pensado que quizá me quieras llevar contigo.
-Uf, no se...
-No te voy a dar nada de lata...soy buena, alegre, cariñosa, divertida, generosa...



 Mi perplejidad y mi duda se reflejaban en mi rostro mientras ella cambiaba de postura una y mil veces tratando de agradarme.
- Por favor, no te vayas...me decia con insistencia.
-No te preocupes, estoy aquí, te escucho.
-Mira, soy una muñeca muy frágil. No podré resistir el frío de la noche.  Estoy acostumbrada a la buena vida, mi dueña siempre me ha tratado muy bien. He sido muy feliz a su lado, por eso tengo el corazón roto por la tristeza. No te arrepentirás...



- Aunque soy un poco grande, en cualquier rincón de tu casa me puedes tener. A cambio seremos amigas.
- Bueno, me has convencido, espero que mi gata Leticia te acepte, es muy especial...


-
Mira,- le dije para calmarle- nos vamos a hacer una fotografía juntas para para sellar nuestro pacto y mi compromiso contigo.
Aceptó encantada y sonreía feliz.
- Tengo que ir urgente al supermercado, ahora mismo vuelvo y te llevo conmigo.
Me alejé presurosa para volver cuanto antes a por ella.
No habían pasado veinte minutos, cuando volví de nuevo al contenedor.
¡Oh, no estaba!
Pregunté una y otra vez pero nadie la había visto.
Una anciana que cruzaba la calle se acercó y como en secreta confidencia me contó que Katia iba  a ser muy feliz al lado de su nieta Maria, una niña muy alegre y necesitada de juguetes. La buena mujer había pasado por allí después de marcharme y se quedó prendada de Katia.
Katia, trató de explicarle, pero en un plís plás se la llevó en volandas por las calles casi a la fuerza.
Aquella mujer había sabido aprovechar mejor que yo el momento de hacer el bien. Y es que las cosas importantes pasan por la vida en un instante que hay que saber aprovechar.
Katia es feliz con su nueva dueña. Un buen baño, y ropa limpia, le han devuelto la dignidad perdida.