10 de marzo de 2010

MISTERIOS NOCTURNOS

Una noche, con sus ojos cargados de sueño, al entrar en su habitación sintió un sobresalto al encontrar la ropa que cuidadosamente guardaba en el armario desparramada por el suelo. Miró con recelo a su alrededor y con el temor en el cuerpo se atrevió a levantar una esquina de la colcha que cubría la cama por ver si se encontraba allí el causante de tamaño desorden.

Fue recorriendo las habitaciones del resto de la casa tratando de cerciorarse que las ventanas y la puerta de la calle estaban bien cerradas. Con un leve síntoma de miedo, se arrebujó entre las mantas y cerró los ojos fuertemente por si el espíritu que alegremente la había revuelto sus cosas estaba cercano.

A los pocos días el suceso se volvió a repetir. Esta vez, con más virulencia. El armario no cerraba bien porque se había roto la cerradura y no se encontraba una para reemplazarla. Estaba entornado simplemente.

De nuevo sintió un escalofrío en el cuerpo y con la cara descompuesta volvió a repetir la escena de la noche pasada.

La tercera noche que ocurrió lo mismo, su cara palideció  y no se atrevió siquiera a salir de la habitación. Un sudor frío recorría su frente, el corazón le latía fuertemente, sus ojos miraban asombrados unos seres delgaduchos y feos que se reían de ella y cuchicheaban entre sí...

De repente, un grito lastimero rompió el silencio de la noche . Abrió bien los ojos, respiró fuertemente y, sentándose encima de la cama se dio cuenta de que se había sugestionado y que allí dentro tan solo estaba ella y su traviesa gata que en ese preciso momento la miraba con ojos de curiosidad.

La sonrisa primero y la carcajada después, llenaba la estancia .

Salió corriendo detrás del animal repitiendo :  "¡traviesa, mas que traviesa, tu eras la causante de los misterios nocturnos, si te pillo..."
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