26 de marzo de 2024

PRIMAVERA

 


Ya llegó la Primavera.


Con su belleza.


Con sus contrastes.


Tan pronto hace sol, como nieva.


Los parques se han llenado de vida.


Los niños juegan y ríen.

Y olvidan su mochila o su anorak.


Con la Primavera, llega también la Semana Santa.

Yo, este año estoy perezosa para acudir a las procesiones.

Una amiga me dio un ramo bendecido del Domingo de Ramos.


Atrás quedan los años de Guardo intentando atrapar la mejor instantánea.

Y los largos años pasados en Sevilla, viviendo con enorme pasión su Semana Santa. La pena, que no tengo ningún documento fotográfico de entonces, que lo demuestre. No había teléfonos con cámara ni tenía cámara fotográfica.

Me gusta cuando llego a un lugar, hacerme una más para aprender y enriquecerme.

Por entonces, en Sevilla, lo vivía con fervor religioso. Hoy día, lo vivo como algo tradicional y disfruto de la belleza de la imaginería de las tallas que procesionan por las calles de las ciudades.


He podido dejar constancia de la piedad popular y el amor por la tradición en innumerables vídeos que he grabado y que están en mi cuenta de YouTube.

Este que os muestro, es casi de un profesional. Lo grabé hace nueve años.

En él puedo ver a las gentes de Guardo con enorme emoción.

Llevo a las gentes de Guardo en un lugar especial de mi corazón.

Desde este rinconcito de Navarra, les envío mi afecto y mi recuerdo.

11 de marzo de 2024

SEVILLA.


 Ha cesado la lluvia.

Un viento peleón me ha salido al encuentro, llevándose mi paraguas volando unos minutos antes. 

Camino deprisa, desafiando a la vida.

La mirada al frente, el corazón exultante, la cabeza firme.

Voy escuchando unas sevillanas con mis auriculares nuevos.

¡Qué maravilla no llevar cables que se enredan una y otra vez!

Es el Día de Andalucía. 

Mi parte andaluza se despereza, recorriendo callejas sevillanas en el Barrio de Santa Cruz, hasta la mismísima placita de Doña Elvira.

El agua de la fuente me habla. Hasta me reconoce.

-¿Ah, eres tu?

-Si, soy yo.

-¡Cuanto tiempo...!

-Si, por fin estoy aquí de nuevo. A tu vera.

Formo parte del lugar.

Un poquito más allá, me contemplan los naranjos. Me llega la fragancia del azahar.

Una ventana, con una celosía, conserva retazos de mi historia.

Después, hago ademán de zapatear el silencio de la mañana.

Las piedras, parecen tomar vida.

La buganvilla, se asoma coqueta por los rincones. Es de una belleza singular.

Me llega el rasgeo de una guitarra.

Una voz penetra en mi alma.

Un lamento, un quejío, un susurro...

El sur y sus gentes me atrapan.

Y me acerco a saludar a la Giralda que está hablando con la luna. 

Recorro despacito la Avenida, testigo mudo de mis andares por el lugar.

En silencio.

Con el alma en paz. 

Hasta llegar al Puente de Triana.

Y allí, hablo con el río.

¡Mi río Guadalquivir!

Siempre necesito un río en mi vida.

Y me pierdo por el viejo barrio marinero, donde la vida se hace poema y cancíon por las esquinas.

Es noche cerrada.

La noche, y yo.

Se me ha pasado el día volando, recorriendo la ciudad.

O un trocito, tan solo, de esa ciudad a la que amo.

La noche, las letras, las palabras...

Silencio.

Duerme.