9 de enero de 2012

LA CHICA DEL PARAGUAS ROTO


Llovía torrencialmente cuando cruzaba la plaza. La gente corría a refugiarse en los soportales, porque aquel chaparrón inesperado, había hecho que la mayoría de ellos no hubiesen prevenido salir con el paraguas para protegerse de aquella pertinaz lluvia.
Personalmente le gustaba la lluvia, era como si la naturaleza quisiera limpiar las impurezas de la vida cotidiana, para aliviar el dolor de tantas vidas maltrechas por las circunstancias y el destino que acecha a los seres humanos.
Instintivamente miró al cielo y cerro los ojos, le gustaba que el agua resbalase por sus mejillas, sentir una a una las caricias de las gotas al caer, aprovechar aquel placer efímero bajo la frescura del agua para purificar sus ideas dejándose llevar.
De repente, le vino la tentación de saltar charcos, como hacia de pequeño, dejando de lado los respetos humanos. Le hubiera gustado correr y gritar, silbar una canción, subirse a los bancos de la plaza, como si con ello quisiera espantar viejos fantasmas del pasado.
La lluvia, repetía (canturreando bajito)  es vida, es vida!!

De repente, observó como una ráfaga de viento impetuoso arranco sin ninguna contemplación el paraguas de las manos de una joven muchacha. Ella, muy azarada trataba de recogerlo del suelo y abrirlo de nuevo, pero alguna de sus varillas se había roto y sus esfuerzos resultaban vanos. Se sentía observada y se palpaba en el aire la hilaridad que estaba causando su desafortunado accidente.
Descubrió que poseía unos bonitos ojos, y que sus largos cabellos se habían llenado de gotas de lluvia que parecían perlas brillantes, dándole un atractivo muy particular.
Se acercó a ella sonriendo y le ofreció su paraguas gentilmente.
De su bolsillo sacó un blanco pañuelo y se lo entregó para que se secase la cara. Se miraron profundamente y se alejaron riendo, mientras repetían: ¡¡¡ la lluvia es vida, la lluvia es vida!!!


Atrás quedaba el viejo paraguas roto, inservible, abandonado en el banco, como sus viejos fantasmas.