Se asomó a la ventana y pudo observar que la tarde estaba en todo su explendor. En el jardín los tulipanes sesteaban perezosos y cuchicheaban entre sí hablando de mil cosas banales.
La señora Maria, apareció por la esquina con su bastón. Su pelo blanco y su andar cansino, la delataban. Quizá no podria disfrutar ya de muchos paseos en su vida, por eso aprovecha el tiempo que aún conserva primorosamente en su bolsillo. Como si de un tesoro se tratara, lo va soltando lentamente.
Al pasar cerca de las flores, las sonrie. Siempre tiene una sonrisa para ofrecer a quien se le acerca. Su tiempo es mas escaso, pero sus sonrisas conservan la magnanimidad de los seres generosos.
Los tulipanes se sonrojan al escuchar de sus labios un bonito piropo y despiertan de su letargo.Se asoman para verla pasar contagiados por sus pisadas cadenciosas que iluminan el lugar.
Se aleja despacito, saboreando instantes eternos.
