7 de marzo de 2010

LA DESCONOCIDA



El tren se detuvo en el apeadero como cada día. Era una mañana de primavera como cualquier otra mañana. Una joven mujer se bajó del vagón con unas gafas oscuras que le daban un aíre misterioso.

Miró a un lado y a otro como buscando un rostro conocido. Sacó de su bolso una pitillera y encendió un cigarrillo dispuesta a esperar serenamente. A su lado un vagabundo con un maloliente macuto bostezaba sin ningún recato.

Cuando se percató de su presencia, miró a la mujer a hurtadillas tratando de recordar su cara. Tímidamente le pidió un pitillo y ella se quitó las gafas para darle fuego. El pudo apreciar de cerca sus hermosos ojos oscuros y se le aceleró el corazón. Esos ojos de mirada profunda les conocía desde hace tiempo. En otra época fueron motivo de su amor juvenil.

Ella, no le había reconocido. Su aspecto sucio y desaliñado dejaba mucho que desear.

Aspiró de cerca su perfume para quedarse siempre con él, suspirando bajito para que no le oyera, e intentando quedarse con su presencia y sus bellos recuerdos.

La bocina de un coche puso fin a sus pensamientos. Un joven de porte muy elegante se acercó con premura al verla y le saludó con un beso en la mejilla.

Toda la belleza de la mañana se fue tras ellos...

Una lágrima furtiva resbaló por el sucio rostro del vagabundo siguiéndola con la mirada, hasta perderla de vista.
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