16 de octubre de 2011

ALEJANDRO


Alejandro es el abuelo de mi amiga Marta. Alejandro es un hombre de aspecto amable y sonrisa afectuosa que casi siempre va acompañado de su vieja bicicleta; es como una compañera con la que comparte por caminos y veredas las vivencias de su vida en plenitud

.

Quizá la bicicleta y él se cuenten sus secretos de toda una vida, porque sus lazos afectivos no son menos fuertes que los que nos atan a los seres humanos. Muchas veces los objetos que nos acompañan están ligados a nuestra propia historia y nos gusta atesorarlos para recordar el tiempo que vivimos.


Al caer la tarde, en los días del verano, Alejandro, se sienta bajo la sombra de los chopos saboreando la lectura de un buen libro, una de sus pasiones. Cuando llego a la altura de donde se encuentra, levanta los ojos y me sonríe. Siempre sonríe y me saluda. Casi se ha convertido en un rito, como la amistad del principito con el zorro, creando unos lazos de complicidad y cariño.



Alejandro, canta en la Coral. Un día le hice un vídeo mientras actuaban en la iglesia de Santa Bárbara. Al descubrirle me acerqué con la cámara para hacerle un primer plano. Mas tarde me comentó su nieta que le había gustado mucho.

Me gusta dejar constancia en mi Baúl, de estos hombres como Alejandro, que han contribuido al progreso del pueblo con su honrado trabajo, con su hombría de bien, con la sencillez de las personas realmente importantes para que nuestra sociedad funcione. Personas anónimas que saben sonreír a los demás, que dejan un legado a sus hijos, más importante que las posesiones y las riquezas.

Alejandro y su vieja bicicleta forman parte de la vida del pueblo, de su paisaje urbano, de los rincones de la naturaleza donde juntos saborean la belleza cada día.

Mi cariño para Alejandro y mi pequeño homenaje para él con este sencillo texto.