13 de enero de 2014

ENCUENTROS AL ATARDECER


Me gustan los atardeceres por la belleza que desprende el sol cuando se despide en silencio. Es como si la vida se parase en un instante intentando captar nuestro interior sigilosamente.
Allí, acariciando y hablando a su gato, me la encontré a ella. Se disponía a dar su paseo acompañada de él. En la fotografía apenas se le distingue porque se entretuvo con mis caricias, y su dueña a pesar de los años, conserva su andar ligero.  Una mancha color miel a la derecha le delata.


La anciana de mirada dulce me pregunta curiosa, que ¿qué hago por allí con la cámara a esas horas? y yo, le respondo que me gusta retratar la vida y sus momentos.
Su mirada es profunda, de esas que te escudriñan por dentro. Charlamos unos instantes teniendo al sol por testigo del encuentro.
"Todo este terreno es mío"- me muestra orgullosa- mientras se acurruca en su toquilla compañera de silencios.
Es un encuentro fugaz pero intenso. Al poco rato cree haberme visto en algún lugar y me lo comenta. Yo le recuerdo donde, y me reconoce con sorpresa, mientras su sonrisa es más efusiva.
Me cuenta que todas las tardes pasea por aquel lugar cuando termina el día. Forma parte de sus rutinas diarias muy importantes a su años. Me sugiere a mi mientras la observo, que es como conectarse con la tierra y sentir en cada pisada la fortaleza de sus entrañas llenas de vida. De alguna manera es negarse a dejarse morir lentamente en la indiferencia de los días cargados de monotonía.


El sol todas las tardes le acaricia con ternura antes de irse a dormir. Es una cita secreta repleta de sentimientos amorosos por ambas partes.
Yo, como espectador privilegiado trato de vivir intensamente aquel atardecer a su lado sin atreverme apenas a romper la magia de su encuentro.
No quiero interrumpir sus cuitas, la intimidad de sus afectos...
Al poco rato ella se aleja risueña saboreando un nuevo atardecer, mientras yo la observo sonriendo, extasiada de tanta belleza.