26 de abril de 2019

NOCHE DE TERROR



Había dejado de llover con insistencia y la noche se cobijaba tranquila al abrigo de la luna.
Sus pasos se escucharon a lo lejos cada vez con más fuerza. Los tacones de sus botas iban marcando el ritmo con un sonido misterioso y lúgubre.
Apuró su andar al volver la esquina, pues creyó ver un rostro con unos enormes ojos que parecían de color verde en la penumbra.
Se acurrucó en su bufanda de colores, como intentando no ser vista.
Sus manos, apenas unos instantes heladas de frío, comenzaron a sudar dentro de sus bolsillos. Cruzó la calle donde la luz de la farola era más nítida y aligeró los pasos una vez más.
En su huida creyó escuchar un gemido entre los arbustos y se heló la sangre al pasar cerca.
No había ningún ser humano por allí. Sus amigos la habían dejado cerca de casa a la vuelta de una fiesta. No solía salir demasiado de noche, pero alguna vez sus amigos le animaban y entonces accedía de buena gana.
Su respiración comenzó a hacerse dificultosa. Jadeando de miedo estuvo a punto de llamar a una puerta cualquiera y meterse dentro de la casa.
Aquella mirada de color verde- eso le pareció ver al pasar- la perseguía con más furia. Incluso llegó a creer que la había alcanzado. Le parecía tenerlo pegado a su cogote pudiendo oler su nauseabundo aliento.
Al subir a la acera, se torció el tobillo. A punto estuvo de caer de bruces al suelo, pero se incorporó como pudo y anduvo casi a rastras  los pocos metros que le faltaban para llegar a casa. Le dolía enormemente la pierna y sus fuerzas estaban a punto de fallarle.
De repente, sintió un zarpazo en su espalda y gritó con todas sus fuerzas.
Algunas luces se encendieron en el silencio de la noche.
Ella gritaba y gritaba como si la poseyera el mismísimo demonio.
Un vecino salió a socorrerla.
Comenzó a explicarle con balbuceos lo ocurrido, queriendo volver sobre sus pasos para dar con aquel ser que le había perturbado de esa manera.
En un pequeño trayecto no se veía a nadie.
Pero en lo alto del seto de un jardín, divisaron unos ojos verdes que les miraban con asombro.
- Allí, allí...gritó.
El valiente compañero que la acompañaba, se armó de valor y movió los arbustos para hacer huir a aquel sujeto indeseable.


Un cuerpo pequeño y negro saltó a tierra huyendo despavorido.
Era, Miki el gato de la vecina que había salido a pasar la noche.


Un galán de ojos verdes que enamora a las gatas del barrio y se escapa con frecuencia.
Le habían pillado infraganti...


Las carcajadas sonaron en aquella noche terrorífica, burlonas, sutiles, socarronas, guasonas y todos los sinónimos que queramos añadir.


Todo había sido fruto de la imaginación, que le había hecho ver fantasmas donde solo estaba un guapo gato de ojos verdes que le gusta ligar por las noches.
Y es que la imaginación nos suele gastar una mala pasada nada más nos descuidamos un poco...