De repente, unos enormes goterones de agua me salieron al encuentro.
Bien es verdad que desde mi ventana se adivinaba tormenta.
Negros nubarrones se asomaban en el cielo pidiendo guerra.
Y comencé a correr para que no me pillara su furia.
Las calles estaban llenas de vida gracias a los jóvenes que celebraban su graduación y ponían una nota festiva en el ambiente.
Ellas, con vistosos vestidos de colores alegres, melena al viento, sonrisa abierta y el corazón en bandolera.
Ellos, con trajes oscuros y camisa blanca; bien peinados para la ocasión y la felicidad esculpida en sus juveniles rostros al igual que ellas.
Y me vi sumergida por unos instantes en su fiesta, en su mundo, en su alegría bullanguera.
La tormenta tomó forma y el agua se unió a la fiesta.
Nos cobijamos como pudimos, jóvenes y menos jóvenes, mientras las gotas de lluvia bailaban sin parar por las calles.
¡Libres!
¡Llenas de vida!
Cómo aquellos jóvenes acompañantes que me habían salido al encuentro sin esperarlo.
Sus risas cantarinas llenaron la tarde de esperanzas nuevas, de ilusiones a flor de piel, de la belleza de la vida de las nuevas generaciones.
Y me dejé besar por las gotas de lluvia para rejuvenecer por unos instantes al atardecer de mi vida.
Porque a ilusión no hay quien me gane.
Y a ganas de vivir tampoco.
Un perro aullaba esperando a su dueño temeroso de los truenos.
Alguna de las niña se acercaron y le acariciaron con sus manos.
También yo le acaricié despacito.
Los paraguas de colores salieron a pasear formando un halo de fantasía.
Poco a poco la tormenta fue amainando y la tarde se quedó en calma.
Y pude volver a casa.
Una pequeña niña saltaba charcos y tuve la tentación de imitarla.
Dos enamorados cruzaron la plaza.
Al volver la esquina escuché mi nombre.
Dos preciosas chiquillas me sonrieron al pasar.
Iban vestidas de gala.
Tenían prisa.
Era como si me hubieran salido al encuentro un sonido de alegres cascabeles.
Les pregunté por los estudios.
¡Bien, muy bien! (gritaron a lo lejos)
¡Estupendo, niñas!
¡Disfrutar!
Y se perdieron de mi mirada.
El horrible calor se disipó.
La lluvia había limpiado las impurezas de la vida.
Yo, me cobijé en mi fantasía.