30 de agosto de 2010

MARCELO


Marcelo, aguantaba estoicamente al sol, que brillaba con fuerza en aquel ventanal. Las pinzas oprimían fuertemente su orejas y podía todavía sentir la humedad en su cuerpo . Un olor a suavizante muy peculiar le hacia mas llevadero aquel rato de sofocante calor.

En el jardín, Lola, la gata de la vecina, le miraba de reojo y sonreía cuando pensaba que el no la veía. Le parecía jocosa la situación de Marcelo pensando para sus adentros la suerte que ella tenia de no verse jamas en semejante tesitura.

Un pajarillo que iba de rosal en rosal se percató de la situación de Marcelo y se acurrucó a su lado encima de la cuerda. Muy bajito se atrevió a susurrarle al oído un "buenos días" afectuoso.
Marcelo, como pudo le devolvió amablemente el saludo haciéndole un guiño.
Por un largo rato se escucharon los trinos en aquel rincón como queriendo hacer mas llevadero el calvario de Marcelo tostándose al sol.

Tanto Lola, como el pájaro pensaron en la mala suerte de haber nacido juguete de Marcelo, y se alejaron cada cual a vivir su recién estrenado día.

Javi, se disponía a salir con su flamante bicicleta regalo de reyes. Trataba de persuadir a su padre para que le quitara las ruedas que le había puesto hacia unas semanas hasta que aprendiera bien a sostenerse en ella.

Cuando vio a Marcelo allí colgado se le iluminaron los ojos y dando un fuerte grito saludó al peluche ¡HOLA MARCELO !

Marcelo cuando vio al pequeño se sintió aliviado. Pronto estaría seco y podría sentir las manitas de Javi acariciando su pelo. Después, jugarían juntos como todos los días. Se inventarían mil cuentos y aventuras compartiendo risas y besos.

Al anochecer, Javi se llevaría a Marcelo con él a su cama, donde acurrucados entre las sábanas de colores escuchaban el cuento que cada noche su papá le contaba. Era entonces cuando Marcelo se sentía mas feliz. El niño le apretujaba contra su pecho y podía escuchar los latidos de su corazón que se confundían con los suyos. Así, como dos corazones que se aman, se quedaban dormidos y abrazados hasta el amanecer.

Con el correr de los años, Javi, se marchó lejos a vivir su propia vida. Marcelo, se quedó esperándole sabiendo que un día había de volver para llevárselo con él. Así mantuvo su corazón lleno de esperanza largo tiempo.

Una mañana apareció Javi sonriente y se dirigió a su cuarto de niño. Su mirada se fué posando en cada objeto mirando uno a uno con admiración. Pero su corazón empezó a latir con fuerza cuando descubrió a su amigo Marcelo con su suavidad de siempre. Se acercó despacio y le susurró al oído: ¡Hola Marcelo !
Marcelo, sonrió feliz cuando le apretó contra su pecho como antaño. De nuevo sus corazones latían al unísono y no se separarían nunca mas.
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