2 de noviembre de 2018

PASEOS EN OTOÑO


Estoy perezosa a la hora de poner al día el blog. Me han abandonado las musas y se ha secado de golpe mi creatividad.
Quizá se deba a que al regresar de nuevo a Pamplona, necesito unos días para habituarme. Y no es que no me encuentre bien aquí. De echo al llegar y ver de nuevo mi barrio grité con todas mis fuerzas. Eso es síntoma de que ya lo siento mio.



En mis paseo habituales ya voy saludando a unos y otros conocidos.  El paso del tiempo hará el resto...
Todo es cuestión de dejar pasar unos meses, unos años... También me ocurrió cuando llegué a Guardo después de vivir largos años en el sur.


Me fascinan los colores del Otoño.





 De un día para otro los árboles componen una sinfonía bellísima en sus hojas antes de morir.



Un canto a la vida que intento atrapar con mi cámara. Me pierdo en mis caminatas por caminos y veredas intentado captar la belleza de un instante.


Soy capaz de deleitarme sin prisa alguna cuando descubro algo me atrapa mi atención. A veces la gente me observa curiosa, pero yo voy a lo mío...


Allá donde la inocencia se esconde en una mirada, allá voy. Y fluye de manera natural una palabra, un susurro, una caricia.


A veces me salen al encuentro miradas divertidas que me observan desde su atalaya.  Personajes que atrapan mi alma de niña mientras emprendo la senda de los sueños por cumplir.


Y hasta me saludan los graffitis al pasar cerca. Arte de calle que atrapa mis sentidos despiertos y ávidos de nuevas sensaciones.


A la vera de un camino descubro unas sencillas flores que engalanadas iluminan ese mundo nuestro tan necesitado de amor. El sol a punto de despedirse las besa con ternura.


Una preciosa gata siamesa me mira con sus preciosos ojos azules desde lo alto de un muro. Me acerco cautelosa y se deja acariciar.


Dicen que los gatos te leen el aura y ese enigmático animal se acerca a mi con esa intención. No cabe duda...


En una rama se columpia una granada sin ningún temor. Apenas ha salido del cascarón y se asoma al mundo divertida y juguetona.


Un poco más allá descubro unas bolitas rojas que no se muy bien como se llaman. ¿Quizá, madroños?
Cuando me lo aprendo se me olvida de nuevo.
Anochece cuando doy por terminado mi paseo otoñal.
Así a través de mis fotografías he podido contaros lo que mis ojos ven y escribir de nuevo en el blog.
Poco a poco iré pasando por vuestros blogs, queridos amigos.